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Playas urbanas, una propuesta

La otra tarde el cielo se oscureció hasta la negrura y al encender la luz de casa me acordé de la tormenta que se abatió sobre la ciudad hace años y se llevó por delante la vida del vigilante de las obras de Son Espases. Después recordé a los guerreros galos, que lo único que temían era que el cielo cayera sobre sus cabezas. Pues bien: a media tarde parecía que el cielo fuera a caer sobre nuestras cabezas.

Casi al mismo tiempo un par de terremotos retorcían California. ¿Y qué relación existe entre una cosa y otra? El vuelo de una mariposa en un extremo del globo y un maremoto en el otro, ya saben. Y no pueden barrer del mapa un par de estatuas de Juníper Serra -como se ha hecho por allí últimamente- y creer que estas cosas quedan impunes. Eso en una nación donde las compañías de seguros denominan a las catástrofes naturales "actos de Dios". Pues bien: se arrojan al suelo un par de estatuas de nuestro fraile aventurero y evangelizador, el cielo se oscurece en su isla natal y un terremoto agita la tierra iconoclasta como si fuera una coctelera.

? De desastre en desastre me vino a la cabeza el cierre cíclico de las playas de la ciudad -desde Can Pere Antoni hasta Ciudad Jardín (nunca se llamó Ciutat Jardí)- debido a los emisarios donde desembocan las cloacas de Palma y tuve una imagen adelantada de la vejez. Hay un arquitecto que hace tiempo que defiende un plan de soterramiento de la autopista del aeropuerto frente a las murallas de Palma, convirtiendo lo que es asfalto y tráfico rodado en jardines que unan la ciudad con el mar. No sé si conseguirá llevarlo a cabo algún día o si el día que lo consiga el centro de Palma estará vedado a todos los palmesanos, pero antes -por si nos salvamos del desastre- deberíamos pensar en limpiar definitivamente estas playas para poder bañarnos en ellas los peatones cuando seamos viejos y nadie nos pueda llevar a sitio alguno de costa. Para bajar de casa y llegar andando hasta el mar, bastón en ristre. No creo que sea muy difícil porque el medio para lograrlo -el dinero- existe. ¿Dónde?

En la ecotasa. Soy de los que creen que el dinero de la ecotasa sólo debería emplearse en asuntos puramente ecológicos. En asuntos, quiero decir, de la tierra, el mar y todo lo más, el aire, que no necesita mucho pues toda isla es ventosa y los vientos se llevan la porquería como la traen o se genera. Pero no en otros proyectos, por sofisticados que sean. El dinero de la ecotasa destinado a salvar la naturaleza. La naturaleza pura y dura. La naturaleza esencial. Para nada más. Los otros que busquen el dinero en otra parte, pero que la ecotasa no sea un comedero al que van a picotear todos los pájaros y no me refiero a los pájaros de verdad.

No es mal plan tener como objetivo la limpieza drástica y para siempre de Can Pere Antoni, el Portixol, El Molinar y Ciudad Jardín, paso a paso, que no de golpe. No es mal plan andar hasta Can Pere Antoni y bañarse -un amigo mío lo hace a menudo cuando llega el calor, pero tengo la impresión de que su capacidad de riesgo se concentra ahora en ese peligro cargado de bacterias. No es mal plan pensar en un agua limpia, sin detritus orgánicos, ni microplásticos, ni toallitas, ni papel higiénico, ni kilos de heces, ni meados que aunque no ondee la bandera roja están ahí, rodeándonos.

He leído estos días que en el año 2050 Madrid tendrá el clima de Marrakesh, Barcelona el de Adelaida y Londres el de Barcelona. ¿Y Palma? ¿Qué clima tendrá Palma? Porque a este paso tendrá el de Fez o el de Bangkok. Aunque en 2050 estaré muerto y de no estarlo -cosa que no creo en absoluto- cumpliré 94 años, una barbaridad morrocotuda. Tengo otro amigo que mira con fruición esos documentales y entrevistas en los que un científico americano asegura que llegaremos a los cien fácilmente. Mi amigo no sólo se cree estos reportajes sino que está encantado con la perspectiva de superar el siglo: no le arriendo la ganancia, pero en fin. Mientras tanto, por si él tiene razón y yo no, preparemos los veranos de nuestra vejez con la ecotasa. Limpiemos la bahía más cercana. En serio. Que empiece la campaña: " Salvem Can Pere Antoni" y ya iremos ampliando según resultados.

? Limpiémosla de todo lo que haya que limpiarla -que es mucho- y que un frontis tan hermoso como la vieja Palma tenga delante de sí un mar que le haga los honores. Y a nosotros bañándonos en él, con bastón y sombrero de paja, por las insolaciones. Aunque tampoco sería mal sitio para morir de un síncope estival, rodeados de belleza mediterránea -la ciudad dorada, los jardines a pie de muralla hasta el mar-, mientras nuestros nietos están en El Nepal, que quizá siga todavía de moda. A saber de aquí a unos años.

Nosotros a lo nuestro: Salvem Can Pere Antoni! No sería mal comienzo.

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