Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Francisco Conrado de Villalonga

Los sofismas en la política

Se terminó el tiempo de las promesas electorales, de ofertas de un mejor gobierno, el "nosotros lo haremos mejor que los otros" o "aplicaremos nuestro programa". Sofismas y monsergas cargadas de engaños. Llegado el momento de gestionar la cosa pública, razón de ser de la vida política, resulta que están preocupados en ver como ocupan despachos, sillones, asesorías, coches oficiales. Al no ser fácil el reparto del botín, al carecer de experiencia en gobiernos de coalición -Balears puede ser una excepción-, muchos ayuntamientos, comunidades y Gobierno central se encuentran paralizados. En Italia, en Bélgica, en Alemania, Austria, Holanda, Finlandia o Dinamarca se gobierna en coalición entre partidos muy dispares en total normalidad. En España, sin experiencia en coaliciones, se marcan líneas rojas, se establecen cordones sanitarios y se está poniendo en evidencia, una vez más, que la vida ciudadana y la economía funcionan mejor sin gobierno. La economía, que es lo importante. Rajoy estuvo a precario en Moncloa algunos años; Sánchez en el Falcon y aquí no pasa nada. La economía sigue creciendo y se crea empleo. ¿Será que la gente, por sí sola, se organiza bien?

Se acabaron los sofismas de la campaña electoral. Ha llegado la hora de la verdad y han empezado los insultos: "loco", "sinvergüenza", "acojonado" o "lameculos" son algunas de las lindezas que ahora se dirigen los adversarios. ¡Qué nivel Maribel!. La actual clase política se ha valido de promesas y ofrecimientos falsos para seducir e inclinar al ciudadano hasta lograr el escaño. Luego, nada de lo prometido. Los vocablos "sofisma" y "sofista" son de origen griego, utilizados en Filosofía y aplicados a unos filósofos que en el siglo V a C. enseñaban principios y pensamientos verdaderos. Así se explica en La Ilíada. Eurípides calificó a los sofistas como portadores del arte del saber y del buen gobierno, cualidades que a su juicio gozaban los siete sabios de Grecia. El más importante sofista del mundo antiguo fue Protágoras.

Más tarde, con la aparición de unos nuevos políticos y nuevos filósofos, charlatanes, consiguieron que la palabra "sofista" adquiriera una connotación, un cariz despectivo. Nuevos sofistas calificados como embaucadores. Hoy un sofisma es un raciocinio equivocado, un argumento falso que se formula con la intención de inducir a otro a cometer un error. A partir de ahí un sofista será considerado como un mal comerciante del saber y de la política, culpable de convertir la razón en un mero instrumento para vender humo, falacias o ganar elecciones.

Los políticos de hoy están actuando como unos mediocres sofistas. Han prometido hacer cosas para conseguir votos y pronto se han olvidado de sus palabras. ¿Tan rápido? Sí. Platón y Aristóteles criticaban a los sofistas debido a las trampas dialécticas que utilizaban, por sus argumentos falaces y por faltar a la verdad de forma intencionada. Sófocles atacaba a los sofistas y les atribuía la degeneración del término por sus prácticas continuas de engaño. Y añadía que el descrédito de la escuela sofista era consecuencia de que los últimos sofistas, en sus intervenciones en favor o en contra de diferentes opciones políticas, habían decidido cobrar.

Compartir el artículo

stats