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Susu Moll

La mirada femenina

Susu Moll Sarasola

Puedes ser lo que tú decidas ser

Siempre he sido fiel defensora de la maternidad pero ahora veo con nitidez el lado oscuro que conlleva y no me queda otra que dar la razón a esas mujeres que decidieron desmitificarla desafiando a quienes sostienen que una mujer no puede desarrollarse plenamente sin hijos.

El sistema necesita niños. Cuantos más mejor. El sistema también necesita organización y orden. Lo contrario sería enfrentarse al caos y al fin de la especie.

Antiguamente la sociedad se organizaba en torno al modelo de familia tradicional y si una mujer se salía de la norma automáticamente quedaba fuera del clan.

Pero hoy día todos creemos en el derecho a la felicidad del individuo y en compatibilizarlo en lo posible con el bien de la especie.

Por ello, desde la segunda mitad del siglo XX hasta ahora podemos observar el desarrollo de distintos modelos familiares que, sin atentar contra la familia tradicional, pretenden convivir con ella.

Hay estudios que demuestran que las mujeres que conviven en parejas de largo recorrido no siempre son felices y a menudo tienen más problemas de salud que las que viven solteras o con novios ocasionales. Y que los hijos, lejos de unir, muchas veces desgastan enormemente a las parejas.

No pretendo insinuar que no debamos tener pareja estable y niños. Sólo digo que hay que pensarlo bien y no creer necesariamente que esa sea la única opción posible, ó el sumum de la felicidad.

Ojalá pronto podamos transmitir a todas las niñas del mundo algo así:

Puedes ser lo que tú decidas ser. Dedicar tus esfuerzos a la profesión que más te guste. Puedes ser o no ser madre, casarte o no casarte, puedes amar a un hombre o a una mujer. O estar sola. Nadie debe juzgarte. Tú eliges.

El amor incondicional de la madre

La maternidad es durísima. Y quien quiera ejercerla debe saberlo y valorar si de verdad merece la pena tomar ese camino.

La primera máxima de la maternidad es el amor incondicional. (A veces muy mal entendido).

Amar pase lo que pase. Insistir, insistir, insistir. Nunca rendirte. ¿Nunca?

Nada de lo que des te será devuelto. Y tal vez un día, cuando tus hijos ya sean mayores, veas el fruto de semejante acto de heroicidad.

A ver si lo que sucede es que el amor incondicional, hermoso desde una perspectiva poética, termina siendo más bien una prisión incondicional y creando tiranos y tiranas.

Me parece injusto que la madre siga siendo la responsable primera de todos los aciertos y errores de los hijos. Otra mentira más con intención de atormentar a la mujer por si no tuviera suficiente. Puesto que de sobras se ha visto que de grandes madres salen niños difíciles y de madres mediocres, niños fantásticos. Creemos que controlamos más de lo que en realidad controlamos. Pero la genética es caprichosa y junto a la epigenética da lugar a un sinfín de ecuaciones posibles. A su vez, todas ellas incontrolables.

En cualquier caso, siempre hay que quedarse con un poco para una misma. Porque cuando tus hijos se hacen mayores y te rechazan, si lo diste todo, ¿qué te queda?

No podemos depositar toda nuestra ilusión en los hijos si no queremos caer en la desilusión. Y sin ilusión, la vida carece por completo de sentido.

A todas esas madres que sienten que la maternidad les hace perder calidad de vida cuando sus hijos son pequeños yo les diría, agárrense fuerte porque en la adolescencia vienen curvas.

Veo a diario el ejercicio de autocontrol que una mujer tiene que hacer para no perderse porque no hay nada más difícil que hacerse mayor y sentir cómo lo que más querías, ese pequeñajo o pequeñaja que antes te tendía sus brazos, se vuelve en tu contra.

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