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Antonio Papell

Esquerra Republicana y el modelo canadiense

El pasado jueves, 4 de julio, el presidente del Parlament, Roger Torrent, el republicano con mayor rango institucional, lanzó en Madrid, en el marco del Fórum Europa, la primera propuesta definida sobre cómo superar el conflicto entre Catalunya y el Estado. Un plan que pasaría por negociar un 'pacto de claridad' según el modelo de Québec para celebrar un referéndum de autodeterminación. La propuesta del representante de ERC abandona explícitamente la vía unilateral, incluso si las sentencias del Supremo sobre el 'procés' son condenatorias (como parece inevitable), y las tentaciones balcánicas que han asomado en el entorno de la intentona separatista, y opta por la vía dialogada, es decir, por la propuesta de que Madrid y Barcelona pacten un marco en el que pueda decidirse el futuro de Cataluña por vía plebiscitaria. La respuesta del Gobierno, como era de imaginar, la ha expresado expeditivamente el ministro Josep Borrell: "No sé cuántas veces hay que repetir la evidencia. No existe ninguna posibilidad constitucional de celebrar un referéndum de secesión en Catalunya".

Efectivamente, no existe esa posibilidad ni es imaginable siquiera que un Estado occidental maduro se plantee siquiera el cuestionamiento de su integridad, pero el gesto de Torrent no puede ser echado alegremente en saco roto. Primero, porque la renuncia a la vía unilateral abre camino expedito a la de la negociación (y sin opción alternativa). Y, segundo, porque la llamada vía de Québec puede servir, no para celebrar el referéndum, sino para enterrarlo definitivamente. De hecho es bien sabido que en Québec se celebraron dos referendos de autodeterminación, en 1989 y en 1995, y en ambos perdió el independentismo, el último por estrecho margen. Tras el segundo, y después de haber intentado también dos fallidas reformas constitucionales, el Gobierno Federal de Ottawa, presidido entonces por Jacques Chrètien, sucesor de Pierre Elliott Trudeau, ante la posibilidad de que se convocara un tercer referéndum, recurrió al Tribunal Supremo del Canadá, en funciones de Tribunal Constitucional, que emitió un magnífico e iluminador dictamen en 1998, que a su vez serviría para promulgar en 2000 la Ley de Claridad. Nunca más hubo referéndums en Québec, y ya ni siquiera los nacionalistas quebequeses son mayoritarios. El riesgo de secesión ha desaparecido.

A nuestros efectos, lo más interesante es el dictamen del Supremo canadiense, publicado en agosto de 1998. Dicho dictamen contiene tres elementos muy valiosos:

a).- Québec no disfruta del derecho a la autodeterminación. "El derecho internacional a la autodeterminación sólo genera, en el mejor de los casos, un derecho a la autodeterminación externa en casos de antiguas colonias, los pueblos oprimidos por una ocupación militar, o un determinado grupo al que se impide el derecho al autogobierno para conseguir su desarrollo político, económico, social y cultural".

b).- Aún así, la secesión sólo sería posible si "una clara mayoría" declarara "de forma inequívoca" su deseo de no pertenecer en Canadá. Entre otras razones, porque "Democracia... significa mucho más que el simple gobierno de la mayoría". El tribunal no determinó qué mayoría cualificada se consideraría 'clara', pero es obvio que se refería a una fracción muy superior al 50%.

Y c).-La secesión de una provincia "bajo la Constitución" no puede ser adoptada unilateralmente, esto es, sin una negociación con los otros miembros de la Confederación dentro del marco constitucional. Y se explica el argumento: "En los 131 años transcurridos desde que se creó la Confederación, el pueblo de las provincias y territorios ha creado estrechos lazos de interdependencia (económica, social, política y cultural) basados en valores compartidos que incluyen el federalismo, la democracia, el constitucionalismo, el imperio de la ley y el respeto a las minorías. Una decisión democrática de los quebequenses a favor de la secesión pondría en riesgo estas relaciones". En definitiva, no cabría hablar de secesión sin un previo acuerdo multilateral que se podría alcanzar o no.

Han pasado casi veinte años, ya no hay separatismo en Canadá, el gran país norteamericano es hoy un estado puntero, moderno, abierto y cohesionado, con un papel relevante en el mundo y una significación potente en los cada vez más condicionados espacios de libertad. No estaría mal que interiorizáramos sus métodos de llegar hasta aquí.

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