La investidura parlamentaria de Francina Armengol para su segundo mandato consecutivo como presidenta de Balears se ha visto eclipsada, en buena parte, por el severo encontronazo que paraliza y pone en la cuerda floja a Més y que, ahora mismo, impide conocer los nombres de los dos conselleres que los ecosoberanistas deben aportar al Ejecutivo autonómico y cuya composición debe darse a conocer tras la toma de posesión de la presidenta. Estamos ante una situación insólita, con un Govern en crisis profunda antes de su constitución y un cúmulo de comportamientos erráticos que siembran inquietud en la nueva legislatura. Difícil de explicar, imposible de justificar. Queda claro que la foto del Pacto de Bellver era engañosa, no respondía a la solidez de los acuerdos pretendidos y necesarios.

Cabe preguntarse qué ha pasado y por qué. Los hechos dejan en evidencia un claro desajuste, con responsabilidades desiguales, en las relaciones ente Més y el PSOE, que aparte de las repercusiones políticas en cada formación, dejan a la intemperie la aparente solidez de un pacto suscrito entre quienes precisamente han alardeado en la legislatura anterior de haber aprendido a gobernar en pacto y negociación sincera. Podemos, por contra, en este caso, ha mantenido una actitud más discreta y humilde, menos ambiciosa si se quiere, que le exime en Balears de los problemas con los que se topa a nivel estatal para formar gobierno con Pedro Sánchez.

Més se presentó a las negociaciones del Pacto sin haber digerido de forma adecuada los resultados electorales y la pérdida de votos que ha sufrido y culpando a Francina Armengol de rentabilizar en beneficio propio la buena gestión de las conselleries responsabilidad de los ecosoberanistas, especialmente la de Fina Santiago en Bienestar Social. Con tal depresión sobre las espaldas, los negociadores de Més solo alcanzaron a plantear un acuerdo de mínimos. Graso error que el PSOE supo aprovechar para fortalecer su superioridad y una posición de dureza que ha acabado volviéndose en su contra y en la de todos, porque desemboca en la situación actual de debilidad prematura. Negociar es hablar, ceder y equilibrar, incluso para quien ha ganado las elecciones sin paliativos. Francina Armengol no ha sabido, o no ha querido, trasladar a las negociaciones las habilidades acreditadas en el pacto anterior. No midió las consecuencias de su dureza. Esta es la causa, en parte, por la cual ahora se encuentra a expensas de los vaivenes y sacudidas de un Més que mañana le enviará dos consellers sin garantía de estabilidad y que ella deberá aceptar sin rechistar.

Será así porque la cruenta guerra abierta en el seno de la coalición ecosoberanista solo conoce la tregua imprescindible de este fin de semana para poner nombre y apellidos a los cargos que debe designar.

Miquel Ensenyat, el senador autonómico defenestrado por los suyos antes de ser designado, ya ha dejado claro que "esto no acabará así". Es una desafiante actitud que, razones o justificaciones aparte, siembra inquietud y preocupación en el pacto de Govern que se está inaugurando. En consecuencia, hipoteca la capacidad de gestión del Ejecutivo autonómico.

Fina Santiago, el mismo Ensenyat y Vicenç VidalVicenç Vida, caso de no ser renovado como conseller, seguirán dando la batalla y recabando apoyos frente a una dirección de Més que tampoco las tiene todas consigo. Es responsabilidad de todos reconducir la situación y zanjar la crisis para que el Govern no desvíe su atención y se dedique a lo que le es propio, la gestión y la respuesta a las demandas y necesidades sociales, aparcando las rencillas y las incompetencias de signo partidista.

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