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Antonio Papell

Las Manadas

El Tribunal Supremo, que ha rectificado las sentencias del tribunal de primera instancia y de la Audiencia navarras y ha casi duplicado las penas impuestas a los integrantes de La Manada „condena a los cinco miembros a 15 años de prisión por violar a una joven de 18 años durante los sanfermines de 2016„ ha aproximado la Justicia al concepto más amplio e inocuo de opinión pública, algo que a muchos, como a Elvira Lindo en un artículo polémico, nos tranquiliza sobremanera, pues desde Montesquieu sabemos que las normas han de ser interpretadas conforme al sentir colectivo, lo que no significa que necesariamente haya elementos subjetivos en las decisiones judiciales sino que la propia realidad evoluciona y avanza.

En este caso, el problema ha surgido, siquiera en parte, de la difícil discriminación entre abusos y agresiones sexuales, según medie o no violencia. El "abuso" está recogido en el artículo 181 del Código Penal: "El que, sin violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona, será castigado, como responsable de abuso sexual, con la pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses".

Los mismos hechos acreditados „la revisión de sentencia no permitiría modificar las pruebas„, en los que no habría habido violencia según los tribunales inferiores, permiten ahora al Tribunal Supremo aplicar el art. 179 C.P., que dice textualmente: "Cuando la agresión sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado como reo de violación con la pena de prisión de seis a 12 años". Pero, además, si se considera que ha habido alguna de las agravantes del art. 180, y, teniendo en cuenta que la resistencia de la víctima "no tiene que ser heroica", la pena se incrementa.

La reforma del Código Penal que ya ha preparado el ministerio de Justicia y que está paralizada en el Parlamento hasta que haya nuevo gobierno eliminará los abusos, que se consideran una banalización de la violencia contra la mujer, y desglosará la violación de la agresión sexual. Al propio tiempo, se modulará el consentimiento, que se resumirá en el "sólo sí es sí", sin que haya lugar a dudas.

La respuesta jurídico política a los hechos de La Manada, que tanta conmoción suscitaron, está encarrilada, pero todavía falta actuar ideológicamente sobre la sociedad para que deje de haber 'manadas', para que resulte inconcebible asociar el jolgorio verbenero con la depredación sexual. No cabe duda de que existe una relación directa entre la violencia de género, que oculta una minusvaloración de la mujer cuando el varón intenta someterla, y estas prácticas degradantes de las violaciones grupales, que según parece se han desarrollado en la más completa impunidad durante mucho tiempo (también en este caso los hechos hubieran quedado en la oscuridad si la víctima no hubiera tenido el arrojo de reaccionar ante la brutalidad padecida). Es necesario, en fin, recurrir a la pedagogía y al proselitismo para que nuestros jóvenes se eduquen en el respeto escrupuloso a la voluntad de sus parejas sexuales.

Un exjuez de VOX ha criticado la sentencia, en términos tales que si prosperaran sus tesis pintorescas habría que deslegitimar los recursos, cuando las garantías que ofrece el sistema judicial se basan precisamente en ellos, en la posibilidad de que la Justicia afine y perfeccione su posición a través de sucesivas revisiones jerarquizadas. También son llamativos determinados silencios, y en gente muy lenguaraz en otros temas. Todo lo cual ha de ser interpretado como un reto que debemos afrontar quienes estamos decididos a llegar hasta el final del proceso de plena equiparación de los sexos, hasta que se quiebre definitivamente la milenaria postergación de una mitad de la ciudadanía a manos de la otra mitad.

No va a ser fácil vencer las resistencias, ni destruir los tópicos y los estereotipos machistas, pero hay que permanecer ilimitadamente manos a la obra.

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