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Antonio Papell

El fracaso del multipartidismo

El paso del bipartidismo imperfecto al multipartidismo actual no ha enriquecido el mapa ideológico, ni por lo tanto ha mejorado la conexión entre el sistema de partidos y la ciudadanía, ni ha contribuido a facilitar la gobernabilidad, ni puede decirse que ha mejorado la democracia. En consecuencia -este es un presagio que se argumentará más abajo pero que siempre mantendrá buena parte de su aleatoriedad-, no cabe descartar que el sistema constitucional se deslice nuevamente y poco a poco hacia el bipartidismo imperfecto.

De entrada, hay que poner de manifiesto que los "nuevos partidos" no surgen para llenar un vacío ideológico sino como reacción al fracaso del establishment ante una gravísima crisis económica, algunos de cuyos ingredientes hubiera sido posible prever y prevenir. En concreto, resulta a posteriori increíble que el conjunto de los expertos económicos no fuera consciente de que se estaba creando una explosiva burbuja inmobiliaria cuyo estallido tendría efectos catastróficos? como los que tuvo efectivamente al desencadenarse la crisis global.

Lo cierto es que, tras irrumpir en 2008 la primera de nuestras dos recesiones y dispararse el desempleo desde el 8,6% de la población activa en 2007 al 25,77% en 2012, con una generalizada caída de rentas, el hundimiento de las clases medias y el descenso masivo de personas por debajo del umbral de la pobreza, cundió una gran indignación, que generó las grandes movilizaciones que culminaron en la masiva ocupación de la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011; movilizaciones que dieron lugar a diversas iniciativas asociacionistas, de las que destacó Podemos, que se hizo notar ya en 2014. Aquella organización, encabezada por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, era ante todo una asociación de indignados, de personas que habían perdido su fe en el sistema -"no nos representan" era el grito de rigor- y que reclamaban otra manera de hacer las cosas, el desplazamiento de los instalados y su sustitución por otros actores de fuera del sistema. Podemos se embozó en la bandera populista, muy difusa (poca gente leyó los escritos de Fernández Liria y de Luis Alegre), pero su característica esencial era la transversalidad, fruto de su condición antisistema.

Iglesias, que obtuvo un gran resultado en las elecciones europeas de 2014, se empeñaría luego en aliarse con Izquierda Unida (un grave error histórico), con lo que perdió la transversalidad y pasó a ser un partido de nicho, de extrema izquierda, que empezó una lenta decadencia y que, a juicio de algunos analistas, acabará siendo una formación marginal que se confundirá con lo que fue/es Izquierda Unida. De hecho, hace tiempo que ha dejado de ser antisistema, y su gran ambición actual es formar parte de una coalición moderada de gobierno. ¡Quien la ha visto y quien la ve!

Decaído Podemos -en realidad, Unidas Podemos, la coalición con IU-, el papel heterodoxo de esta formación ha sido adoptado, desde el lado contrario, por Vox, consciente de que el desastre experimentado por el PP -el encarcelamiento por corrupción de varios de sus líderes y el angustioso periodo de Rajoy en minoría, avanzando hacia la moción de censura- le dejaba un amplio espacio expedito por estribor. Espacio que ha sabido ocupar con un mensaje radical pero, de momento, no abiertamente rompedor ni inconstitucional. De hecho, no ha sido difícil la conexión PP-Vox, que se ha producido en todos los casos.

Entre PSOE y PP se ubicó Ciudadanos, aprovechando la decadencia de los viejos partidos del bipartidismo. Pero este proceso electoral de 2019 ha resultado letal para Cs, que, además de no conseguir el sorpasso con respecto al PP en sus horas bajas, ha optado por confundirse con la formación conservadora, a la que ha terminado apuntalando.

Así las cosas, el PP reforzado, seguramente dispuesto a reabsorber Vox y beneficiado por el efecto del voto útil con respecto a Ciudadanos -un partido claramente prescindible en el nuevo sistema de partidos-, recuperará envergadura, al tiempo que el PSOE acabará de hacerse con el espacio de centro-izquierda, minimizando a Cs por la derecha y a UP por la izquierda. En definitiva, avanzamos, parece, hacia un nuevo bipartidismo.

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