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Pilar Garcés

Señoras de

Hay conceptos periclitados que se empeñan en volver. Reforzadas y vigorizadas por la revolución del #MeToo creímos que juzgar a las mujeres por su compañero de vida había pasado a la historia. Pues no. Hace un par de semanas, la actriz Bárbara Goenaga lamentaba en su cuenta personal de Twitter la agresión homófoba a dos jóvenes lesbianas en un autobús de Londres. Ipso facto le contestó la activista feminista Irantzu Varela que todo eso se lo dijera a su marido (el político del PP Borja Sémper, candidato a la alcaldía de San Sebastián), pues su partido se ha opuesto sistemáticamente al matrimonio homosexual, y lo tiene impugnado ante el Constitucional. Por lo que se ve, las mujeres han de responder por las ideas peregrinas de sus cónyuges, aunque nunca se les adjudiquen sus aciertos. Flaco favor nos hacemos las unas a las otras con semejantes argumentos, porque ya hay quien busca neutralizar la voz de una mujer por la vía de mentarle al novio, o al ex. La última, la periodista y economista Marta Flinch. Desde un subproducto informativo han sacado a colación que fue novia de un nieto de Franco, para que calle su verbo afilado en la televisión. Señoras de, apéndices de.

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