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Norberto Alcover

La mancha infinita

La comunidad internacional celebra hoy mismo el día mundial del refugiado. Una situación, material y ética, de enorme relevancia, pero que, después de las últimas medidas de la Unión Europea y de USA, ha pasado a un segundo plano, salvo algún acontecimiento puntual llamativo: por ejemplo, la llegada a las costas españolas de pateras a las que, en un primer momento, atendemos y posteriormente sometemos a una política trasnacional radical y exigente. Pero, de hecho, los 65 millones de refugiados (la cifra corresponde a 2018) conforman una mancha infinita de desesperación y abandono que a todos afecta sin que nos lo tomemos en serio. Nada digamos desde un punto de vista evangélico, como tantas veces nos ha recodado Francisco, desde su antológico viaje a la isla de Lampedusa, poco tiempo después de alcanzar la sucesión de Pedro, en 2013. La verdad es que el papa actual se está erigiendo en defensor de los descartados de una sociedad que se mira el ombligo para sobrevivir sin perder su preciado nivel de bienestar, sobre todo económico y comercial. La pasada crisis, sin embargo, nos demuestra que el reajuste socioeconómico procura cada vez más pobres y por supuesto más ricos de altura. Y esto nos abre a un horizonte de que pocas veces nos atrevemos a hablar con libertad: nuestros refugiados en el seno de la pobreza global de Balears.

En la actualidad, Balears cuenta con 1.176.627 habitantes, lo que significa un aumento de 18.650 respecto de 2017. Pues bien, según cifras de EAPN-Baleares 2018, unas 275 mil personas corren el riesgo de sumergirse en situación de pobreza o de exclusión social. Una situación provocada por el desempleo o las bajas remuneraciones salariales. Si la sociedad balear no contara con Cáritas y otras instituciones de naturaleza oficial y no oficial, tendríamos un problema de orden público? porque los seres humanos no nos acostábamos al hambre y al abandono. Somos así. Mientras tanto, crece la "aporofobia", el odio al pobre, porque es molesto, ensucia nuestra convivencia, nos acusan las colas en medio de la ciudad, en ocasiones nos roban, y un largo etcétera, que solemos demonizar sin favorecer actuaciones que vayan a las raíces del problema. La mancha de los descartados sociales en nuestra floreciente Balears y por supuesto en la potencia económica que es Mallorca. Con todas las dificultades que se quiera. Pero es más noticia un yate dorado que una anciana de 78 años en la cola para recoger algunos alimentos en Capuchinos. Lo que brilla atrae, lo oscuro repele.

Pero volvamos a los refugiados en cuento tales. En este momento, sobre todo desde la aparición de Mateo Salvini/Italia y Trump/USA, las cosas se han complicado. Dejamos de lado la situación entre México y Estados Unidos, con toda Centroamérica arrastrada, y nos fijamos más en África. La mayoría de refugiados provienen, actualmente, de Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Afganistán, República Democrática del Congo, la etnia Rohingya en Myanmar, Kosovo, Albania y por supuesto el permanente exilio palestino. Si retenemos el conjunto de naciones de naturaleza africana, como decíamos hace un momento, uno se pregunta de qué manera colaboran en la solución del problema La Liga Árabe, pero sobre todo la Organización para la Unidad Africana (OUA) clarísimo matiz socioeconómico. Con fortísimos productores de petróleo y materias primas, ellos mismos en tantas ocasiones fuente de un exilio escandaloso. ¿Cómo es posible que estas organizaciones africanas no tomen medidas inmediatas para paliar sus situaciones inhumanas, en tantos casos provocadas por enfrentamientos tribales? ¿Siempre se trata de la egoísta Europa? ¿Nada tenemos que decir respecto de una responsabilidad abandonada? ¿A dónde van a parar las enormes cantidades de dinero y bienes que Europa envía a África y otros lugares del mundo? Existe la ONU y la FAO para regular estas contradicciones flagrantes.

Refugiados internacionales, nacionales y baleares. Ni ética, ni política, ni desde el Evangelio es posible mirar hacia otro lado. Es cierto que el problema tiene connotaciones egoístas y que no todos nuestros refugiados/descartados proceden bien. Está claro. Pero una civilización que se precie de tener valores sólidos y no "pueda" atender a todo ese tipo de muertos en vida, además de los que mueren en colas de espera y sobre todo en el Mediterráneo, está enferma de alguna patología peligrosa para los demás, pero no menos para ella misma.

Sin embargo, la generosidad de tantos voluntarios, de toda edad, sexo y valores, aquí en nuestra isla, aumentan nuestra esperanza: la bondad, justicia y fraternidad de un grupo contrarresta la dureza de corazón y las desproporcionadas quejas de tantos otros. Ellos son quienes, tal vez con sus pequeños gestos repetidos, consiguen que la mancha infinita no se imponga todavía más en nuestra sociedad finita

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