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Debajo de la basura está la playa

¿Qué sentido tiene envasar una cebolla en una bandeja de poliespan? ¿Por qué nos venden la pasta de dientes en una caja de cartón? Desechos y más desechos. "Debajo de la basura está la playa" escuché decir el otro día. Debajo de 400 millones de toneladas de basura que se acumulan en las costas. Por más que lo escuchemos, por más que lo veamos, sigue resultando asombroso.

La mecanización de nuestras sociedades va ligada a la transformación de la industria alimentaria. Vivimos deprisa, compramos deprisa, comemos deprisa. Productores y distribuidores quieren hacernos la vida más fácil y así nacen los productos empaquetados. Más baratos y duraderos. Tantos, que hoy en día los excesivos embalajes se han convertido en un verdadero problema. El año pasado, cada ciudadano europeo generó una media de 31 kilos de residuos plásticos al año, según cuenta un informe de Eurostat.

Tenemos la suerte de vivir en un territorio en el que hay de todo. Pero, además, lo que no se produce podemos traerlo de cualquier lugar del planeta, con lo que las estanterías de los supermercados están llenas para satisfacer cualquier capricho. Esos productos vienen empaquetados y envueltos, con lo que aumentamos innecesariamente la cantidad de residuos generados.

No sé si recordaréis o habéis vivido aquellos tiempos en los que se llevaban las botellas de vidrio a la tienda o al supermercado y nos devolvían el dinero que se suponía costaba la botella (cuando cuento batallitas de este tipo me doy cuenta de lo mayor que soy). La basura que generábamos, estoy segura, era infinitamente menor. Ni que decir si nos retrotraemos un poco más y tratamos de recordar la vida de nuestros abuelos. Apenas se generaba basura y los residuos que pudieran producir se reutilizaban. ¡Eso sí que era economía circular! (aunque entonces no se hacía por conciencia social sino más bien por pura necesidad).

Los distintos gobiernos quieren poner coto a este problema. Y lo hacen con las armas que tienen: legislando. Prohibiendo y/o regulando el uso de los envases. Sin duda tenemos que aprovechar las "modas" y las "alarmas" para mover la agenda política hacia leyes más eficaces. Pero, a la vez, subidos en esa ola, corremos el riesgo de pasarnos de frenada e implementar políticas públicas que, a medio plazo, sean contraproducentes. Porque, aunque es cierto que el plástico es ya un problema (la ONU ha advertido que de seguir así en el 2050 habrá más toneladas de plástico que de peces), no se puede/debe criminalizar a un producto -el plástico- que ha sido y es muy útil en sanidad, en construcción, y por supuesto en alimentación.

A día de hoy, muy a nuestro pesar, el plástico sigue teniendo muchas aplicaciones legítimas. Debemos evitar que se convierta en un problema potenciando la investigación para conseguir productos biodegradables y, sobre todo, educando a la sociedad a cuidar nuestro entorno.

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