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Cristina Martín

Matar a la rata, no al mensajero

El caso de la rata del Harinus se debería estudiar como ejemplo de cómo una empresa puede salir airosa de una crisis que se prevé catastrófica. Una viandante graba por la noche a una rata entre los panes del escaparate de una cafetería. El vídeo se hace viral en pocas horas y acaba convertido en noticia. El dueño de Harinus, en lugar de intentar matar al mensajero, como es lo habitual en estos casos, se propone matar a la rata, y así lo comunica a Diario de Ibiza, para que sus clientes tengan muy claro que el local permanecerá cerrado hasta que logren capturar al roedor. El propietario actúa con transparencia y honestidad: facilita imágenes que prueban que la rata entró de la calle mientras una mujer limpiaba el establecimiento; da todo tipo de detalles a este diario sobre lo que está haciendo para atrapar a la intrusa (desatornillan hasta los muebles; no quedará ni un rincón sin revisar); y finalmente, pide que se publique el certificado de desratización que demuestra que ya han cogido a la rata y que los clientes pueden regresar tranquilos. ¿Ha salido indemne la reputación de la cadena de cafeterías tras el tremendo golpe inicial a su imagen? Sí, es más, ha salido reforzada. La lección es clara: es mucho mejor dar la cara y explicaciones en una situación de crisis que esconderse y tratar de impedir la publicación de la información.

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