Una de las grandes revoluciones biotecnológicas de la historia fue el desarrollo de la agricultura. Cuando el ser humano aprendió a sembrar, pudo tener alimento a la puerta de su casa. Realmente, la idea de tener casa surgió de ahí precisamente. Antes, la humanidad vagaba en busca de alimentos; se hizo sedentaria cuando aprendió a cultivarlos. Siglos después surgieron nuevas revoluciones biotecnológicas, en las que pusimos a microorganismos a trabajar en beneficio propio: nos transformaban el mosto en vino, la leche en queso o la masa en pan.

Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz recurren también a la naturaleza -y en concreto a las plantas- como herramienta para ayudarnos a afrontar algunos de los más grandes retos y desafíos de la humanidad, como los relativos al cambio climático y calentamiento global. En definitiva, casi en cualquier detalle del mundo vivo en el que nos fijemos, por insignificante que pueda parecer a primera vista, descubrimos una solución ingeniosa y muy eficaz a problemas que se nos plantean cotidianamente. La Biomimética (de "bios" -vida- y "mimética" -imitar-) es la Ciencia que mira a la naturaleza y sus sistemas vivos como fuente de inspiración. "He aprendido a apreciar a las plantas como las máquinas maravillosas que son y cuyo trabajo ha consistido en absorber el dióxido de carbono. Y lo hacen muy bien porque llevan más de 500 millones de años dedicándose a eso", afirma Chory entusiasmada.

Sandra Myrna es consciente también del importante papel de la biodiversidad vegetal para contrarrestar el calentamiento global a través del secuestro del dióxido de carbono atmosférico. Chory se plantea una aproximación disruptiva e ingeniosa para combatir el calentamiento global. Mediante una modificación genética de las plantas es posible incrementar de forma significativa su capacidad natural de captura de dióxido de carbono. Las plantas pueden modificarse mediante la técnica CRISPR de edición genómica de alta precisión. Para que esta aproximación de retención de carbono de la atmósfera sea efectiva necesitamos una gran cantidad de tierras.

Chory proporcionará a los agricultores variantes de semillas modificadas genéticamente para los principales cultivos, como trigo, maíz y tal vez arroz. Estas plantaciones tendrán entonces la capacidad de captar mucho más dióxido de carbono. Además, al fijar el carbono al suelo, estos suelos podrán retener nitrógeno, sulfuro y fosfato, minerales necesarios para que las plantas crezcan. Tendríamos así suelos más fértiles. De forma simultánea, estaremos mitigando dos grandes problemas como el calentamiento global y el hambre en el mundo.

* Miembro del jurado del premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica 2019