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Antonio Papell

Don Juan Carlos entra en la historia

Cinco años después de la precipitada abdicación, fruto de una operación de altura que urdieron los grandes partidos para minimizar las lesiones a la Corona, don Juan Carlos se ha marchado de la vida institucional, con lo que se cierra definitivamente un ciclo de la Monarquía, que es a la vez el fundamento histórico de su continuidad: aunque el final del reinado del patriarca del régimen del 78 haya sido abrupto, por utilizar un calificativo piadoso, su contribución al advenimiento de la democracia y a su nada fácil consolidación durante los cuarenta años posteriores ha conferido a la Corona un margen de confianza y un bagaje político que mantienen sólida la institución, que goza nuevamente de buena salud en manos del heredero, Felipe VI. En honor a la verdad, hay que añadir a este preámbulo que, como ha puesto de manifiesto Soledad Gallego-Díaz, la vida privada de los políticos de los países occidentales no estaba sometida al escrutinio público hasta hace relativamente poco tiempo. Mitterrand ocultó a la opinión pública sus hijos secretos y hasta la grave enfermedad que le llevó a la muerte, las entretelas de la monarquía británica fueron muy laxas hasta hace poco, y el Rey de Holanda, marido de la reina Juliana, tuvo dos hijas extramaritales que no causaron escándalo alguno.

Pero si los devaneos sentimentales del anterior monarca pueden ser fácilmente archivados, más complejos y embarazosos fueron los roces de la familia real con la corrupción, y en este asunto la propia institución y la Justicia independiente han hecho un buen trabajo. Cuando asistimos escandalizados a las vicisitudes carcelarias de hijo de Jordi Pujol, como si no fuera posible del todo todavía sancionar a la familia del expresident por su venalidad indecente, conviene recordar que un yerno del Rey Juan Carlos, cuñado de Rey Felipe, está en prisión por unos delitos económicos no más graves que los del 'hereu' nacionalista.

Se ha dicho, y con razón que la monarquía ha triunfado políticamente porque ha sabido asimilar y representar a la perfección los valores republicanos de libertad, solidaridad, equidad, progreso. Pero este axioma podría también fácilmente enunciarse a la inversa: el día que la monarquía deje de representar estos principios, estará abocándose a su propio final. Y con una particularidad: a don Juan Carlos, esta ciudadanía agradecida ha sabido perdonarle algunos errores abultados, pero ahí termina la generosidad de la sociedad civil con la institución. El historiador Tusell recordaba que un solo error abultado ha supuesto casi siempre el final de la institución monárquica en los países europeos. Una ubicación equivocada junto a las potencias del Eje hizo caer a varias de ellas al término de la Segunda Guerra Mundial, con las únicas excepciones de las monarquías belga y japonesa; un error político puso fin a la monarquía griega en 1967?

Quiere decirse, en fin, que, como ha escrito Jordi Canal, autor de un libro sobre la monarquía del siglo XXI, "las monarquías parlamentarias deben demostrar día a día su utilidad y ejemplaridad". Y lo cierto es que don Felipe, que llego al trono con una madurez bien trabajada en todos los campos, ha sabido emprender una cabal modernización de la institución hacia la transparencia y el rigor y está actuando con milimétrica precisión en los terrenos que le incumben, incluidos los simbólicos, los culturales y los que se relacionan con el arraigo de la Corona en ese vértice mistérico de la nación española. A ello le está ayudando atinadamente doña Letizia, quien ha sabido aportar elementos de espontaneidad y de cercanía al desempeño de la función regia, que ha adquirido además profundidad en las intervenciones y una visibilidad mayor y más clara en el desarrollo de los vínculos que la Corona ha de mantener con los mundos de la cultura, del periodismo y de la comunicación en general.

Por último, nadie debe olvidar que todo este bagaje de la Monarquía ha de tener un único referente constante que es la propia Constitución: de ella emana su esencia y depende su permanencia.

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