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Camilo José Cela Conde

Resultados

Al perder la condición de socio necesario, Podemos debilita no poco su fuerza en las Cortes. Y abre, por cierto, de nuevo la puerta de un apoyo, siquiera pasivo, de Ciudadanos

La impresión que queda tras cualquiera de las últimas noches electorales es la de que, desde los primeros sondeos a pie de urna, se tiene un retrato bastante bueno de cómo van a quedar los resultados finales pero resulta necesario esperar a que termine el recuento para poder cantar victoria „o derrota„ porque en algunas partes se les va a dar la vuelta en el último instante. Es lo que ha sucedido en lugares como Aragón o Madrid, donde el Partido Socialista ha ganado, como en casi todo el resto de España, pero su victoria puede ser insuficiente para hacerse con la presidencia de la comunidad o la alcaldía de su capital. El caso de Madrid es en verdad sintomático porque durante toda la noche estaba en el aire cuál iba a ser la conclusión. Y al cabo ha sido sangrante para los socialistas, que salían en todas las encuestas con el filósofo Gabilondo como presidente. Ni será así ni la señora Carmena podrá seguir como alcaldesa con el apoyo de Pedro Sánchez; ni siquiera el sacrificio de Unidas Podemos al no disputar la plaza para evitar la dispersión del voto de izquierdas ha servido porque, si el Partido Popular, Ciudadanos y Vox se ponen de acuerdo „que se pondrán„, Madrid contará de nuevo con un alcalde popular.

Lo sucedido en la capital de España tiene una lectura no sólo municipal o autonómica. El partido „la coalición„ de Pablo Iglesias contaba con rentabilizar el poder de su peso postelectoral en Madrid para forzar al presidente Sánchez a presentar el primer gobierno de coalición de la época de la nueva democracia. No ha desperdiciado ocasión alguna el señor Iglesias para postularse como ministro. Pero al resultar inútiles sus escaños en la Asamblea de Madrid, al perder la condición de socio necesario, se debilita no poco su fuerza en las Cortes. Y abre, por cierto, de nuevo la puerta de un apoyo, siquiera pasivo, de Ciudadanos para lograr la investidura del nuevo inquilino del Palacio de la Moncloa.

Pero volvamos a la capital de España. Si el alcalde es otro, ¿qué va a suceder con los grandes proyectos de Carmena, como el de Madrid Central, que tanta polvareda han levantado? Y si al cabo terminan en nada, ¿quién se hace cargo de los muchos millones invertidos? La situación no es nueva: sucedió lo mismo con aquellos puentes elevados para el tráfico, los llamados escaléxtrics, que un alcalde, no recuerdo de qué signo, levantó para que otro los derribase. O con la pomposa ciudad de la Justicia que la señora Aguirre construyó para que se quedara vacía. En menor medida, lo que ha sucedido en Palma con los carriles bici apunta en el mismo sentido: ¿quién paga las alegrías municipales? La respuesta es obvia: los ciudadanos. Tal vez sería cosa de reformar las leyes para que fuese la autoridad responsable la que se hiciese cargo, incluso con su patrimonio personal, de los daños cuando las urnas le dan la vuelta a cualquier proyecto faraónico que termina arrinconado mientras los culpables del dispendio miran para otra parte.

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