S i algo estupendo tiene las elecciones es que nunca hay perdedores. Basta ver a los populares de Biel Company, que atisban una remontada porque, pese al tortazo, esta vez han quedado por delante de Podemos y Ciudadanos. Gran consuelo. O a ecosoberanistas de Més, que la máxima autocrítica que hacen es que han sido víctimas del efecto Sánchez y del cansancio colectivo ante tanta urna. Los demás, no. O a los podemitas que siguen celebrando haber plantado cara al bipartidismo en lugar de pensar por qué les ha plantado tanta gente. Luego están los que se quedan igual y les sirve de poco, como El Pi; los que han subido, pero menos de lo esperado y no les sirve de nada, como Ciudadanos; y los que irrumpen por primera vez y se creen más de lo que son, como Vox. Resulta que su lista a Europa en Balears ha sumado prácticamente tantos votos (32.025) como las de Puigdemont y Junqueras, con Bildu de socio (10.663 y 20.530, respectivamente). O sea que en las islas hay tantos indepes como ultraespañolistas. Ahora toca bajar el soufflé de campaña y hornear un pacto acorde a lo expresado en las urnas. Armengol, ganadora indiscutible, tiene ganas de hacer un Antich, segundo mandato. El de Algaida reservó para los socialistas todas las presidencias institucionales, salvo la del Parlament, que entregó a UM, y cedió algunas carteras. Continuará.
