La semana tecnológica, económica y geopolítica ha sido intensa. Y todo por un único evento: la inclusión del gigante tecnológico chino Huawei en la denominada Entity List, una suerte de lista negra del gobierno de EE UU por la que se prohíbe la venta de cualquier producto de la marca china en aquel país y que impide, además, que las empresas estadounidenses realicen operaciones con la china. Ni más, ni menos.

El motivo de semejante sanción es el supuesto espionaje de la compañía china a EE UU y que se haya saltado -también supuestamente- el embargo económico a Irán, unas sospechas que no son nuevas. Desde la era Obama ya se hablaba de un espionaje que no se ha podido demostrar ni siquiera a través de investigaciones independientes de países como Alemania o Gran Bretaña.

Mientras tanto, otras empresas -curiosamente estadounidenses- sí han sido pilladas con el carrito del helado espía. Todos recordamos a Facebook interfiriendo en elecciones en Europa o en el referéndum del brexit. También se sabe que tienen acceso a nuestra geolocalización, fotos, vídeos, mensajes...

Hace unos días Google fue cogida a calzón bajado guardando información de lo que compran los usuarios de Gmail. Pero a estas empresas no las incluyen en ninguna lista pese a que sí se ha demostrado que espían. También podríamos hablar de los casos de espionaje -demostrados- del propio gobierno norteamericano a jefes de estado europeos como Angela Merkel, en 2010.

Y no pretende esta tribuna insinuar que China no espíe. Ni mucho menos. Todos espían. No cabe ninguna duda de ello. Incluso Huawei lo hizo en su día con Cisco. Pero está claro que en el tema del espionaje nacional, o los chinos son muy listos o los americanos muy torpes, porque hasta ahora siempre han pillado a los mismos. Aunque la preguna es: ¿Por qué China y por qué ahora?

¿Por qué China? Porque su imparable crecimiento económico es peligroso para EE UU. En lo que va de siglo el PIB del país asiático ha crecido interanualmente en cifras que van del 6,7% de 2016 al 14,2% del año 2007. Por contextualizar estos datos, en el mismo periodo el mayor crecimiento en nuestro país fue el 5,3% del año 2000. China lleva décadas de imparable crecimiento.

Mientras el gigante asiático se dedicó a fabricar ropa y componentes de ordenadores -por supuesto, norteamericanos- no hubo ningún problema. Pero cuando China empezó a crecer tecnológicamente y a invertir cantidades ingentes de dinero en I+D, la cosa cambió. Se estaba convirtiendo en una dura competencia y había que evitarlo. Paradójicamente, el tradicional intervencionismo económico del estado chino ha cambiado de bando y ahora el país más liberal del planeta, EE UU, es el intervencionista. Ver para creer. China controla a sus empresas y ahora también Trump las intenta controlar.

¿Por qué ahora? Porque quien domine el 5G dominará el mundo. Y es que el tema del 5G no es solo una red para navegar más y mejor. Es la revolución que transformará el mundo de una forma que no podemos ni imaginar. Y en esa revolución Huawei lleva años de ventaja al resto -léase Ericsson y Nokia-. El gran negocio de la compañía china es la infraestructura de redes, es decir, todo lo que hace falta para que usemos los móviles y nos conectemos a internet. El 5G permitirá que coches autónomos, ciudades inteligentes o el internet de las cosas sean una realidad palpable y no una etérea quimera. Es por ello que nada como torpedear la línea de flotación del jugador estrella de la partida del 5G: Huawei.

¿Y ahora qué? Toca echarse a temblar. El gobierno chino está sospechosamente callado. Y eso no es bueno. China tiene miles de millones invertidos en deuda de EEUU, además de millonarias inversiones en empresas norteamericanas. La desinversión, además de poner en aprietos a la Reserva Federal, provocaría una recesión económica global de dimensiones bíblicas. Para colmo de males, el affaire Huawei es ya una cuestión nacional para los chinos y su orgullo.

Más cuestiones... Si el mayor mercado del planeta empieza a poner aranceles a los productos americanos, ¿cuánto sufrirán Apple, Boeing, Ford o Wal-Mart? Conviene recordar que, al día siguiente del anuncio de Google de dejar de colaborar con Huawei, las pérdidas en las tecnológicas que cotizan en el Nasdaq fueron millonarias. Acto seguido, la administración Trump decidió aplazar tres meses la coercitiva medida. Se ve que en esos meses no espiarán.

Mientras, en el viejo continente, algunos se frotan las manos porque, de repente, se ha abierto de par en par el mercado norteamericano del 5G a empresas de aquí. Aunque, ¿y si a Trump tampoco le va bien un 5G en manos europeas?

Probablemente, querido lector, está pensando que EE UU y Europa han sido siempre aliados económicos. Pero esto del 5G es una guerra encarnizada. Y Trump, con su rubia cabellera, quiere ganarla a toda costa. Caiga quien caiga.