Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mirando, para no preguntar

11 horas ante las pantallas. 5 segundos de paciencia

Yo tampoco he visto nunca Juego de Tronos. Voy en autobús a trabajar y cuento cuántos coches van ocupados por una única persona (la mayoría, por cierto). Soy de la generación baby boom, que sigue escuchando música de los 80. He tenido que aprender «a bofetadas» a manejarme en el mundo digital pero también yo sufro un cierto grado de nomofobia, de adicción al móvil. Hay que reconocer primero el problema para afrontarlo. ¿Y cómo no? Es la herramienta de trabajo y se ha convertido en el espacio donde conservamos nuestra intimidad: nuestra agenda, nuestras citas, nuestro álbum de fotos€ Vivimos conectados a ese aparato que antes empleábamos para hablar con nuestros amigos. Ahora un emoticono sustituye la tertulia. Como mucho reenviamos por WhatsApp un gran spot comercial que insistía: «Tenemos que vernos más». Y quedamos como reyes.

Dicen quienes se dedican a estudiar nuestro comportamiento que pasamos 11 horas al día frente a una pantalla. ¿Alguien se sorprende? Echad cuentas, repasad mentalmente lo que hacéis cada día. Todo está guardado tras esas pantallas que nos acercan el mundo€y nos alejan de las personas. Hasta el punto de que pueden comprometer las relaciones sociales. Tabletas, ordenadores, televisores, teléfonos móviles, relojes inteligentes. La tecnología está omnipresente en nuestras vidas. Nos ayuda y nos limita. Y nos supera: el número de líneas móviles ya es mayor que el de seres humanos.

La dependencia de las redes sociales, especialmente entre los «nativos digitales» está dando origen a muchos problemas de comunicación. Conocimos la semana pasada el caso de una adolescente que con 14 años preguntó por Instagram si debía suicidarse. El 67% de sus seguidores dijeron que sí. Y se quitó la vida. ¡Pone los pelos de punta! ¿Nadie se pregunta si no era una llamada de socorro?

Esta dependencia de la tecnología, dependencia psicológica, cambia la manera en la que afrontamos el aburrimiento. El teléfono ocupa cada segundo que tenemos libre. Una distracción portátil que nos ofrece una gratificación instantánea. Aquí y ahora. Es difícil encontrar en el autobús a una persona que no esté mirando una pantalla. Hasta los más pequeños tienen a mano a Pepa Pig en la tablet del abuelo.

Nunca habíamos tenido acceso a tanta información como ahora y sin embargo el fenómeno de desinformación va en aumento. Navegamos por la información de forma superficial, nos quedamos en el titular, el meme o el GIF de turno sin profundizar en el contenido. Me atrevo a decir que son los algoritmos, y no los medios de comunicación, los que deciden qué es noticia, qué nos interesa. Nos ofrecen información a la carta, a la medida de nuestras necesidades, de nuestros gustos y preferencias. La jerarquía informativa en función de nuestros intereses. Seductores algoritmos que nos igualan, que nos hacen homogéneos.

Se acortan los tiempos entre pensar, decir y hacer. Vivimos en una paradoja: en tiempos de abundancia de información, la escasez de reflexión aumenta. Todo sucede en tiempo real, sin digestión. Necesitamos 11 horas al día ante una pantalla, pero nuestra paciencia sólo dura 5 segundos.

Olvidamos que las ideas suelen surgir del aburrimiento.

Compartir el artículo

stats