En otro magnífico artículo, Àngels Fermoselle desgrana el dilema "Avisar o jugarse la piel", para denunciar la "indefensión" de los palmesanos que se atreven a denunciar ante su ayuntamiento la corrupción sonora, urbanística o en terraza. Y como siempre que hablamos de una ciudad concebida contra sus habitantes, la autora se queda corta con Cort. Los empleados municipales no se limitan a someter a la víctima a un interrogatorio inquisitorial, sin ninguna empatía y desde una suspicacia acentuada hacia quien se limita a lamentar el incivismo que le rodea. Le reclaman su dirección, su nombre, su teléfono, su DNI, sus intenciones. En un momento dado, el acosado percibe que no tienen el mínimo interés por saber el motivo de su llamada, se trata solo de disuadirle de que vuelva a intentarlo.
El artículo de Fermoselle debería fomentar la solidaridad entre las dobles víctimas, del ruidoso gamberrismo empresarial y de Cort. Pero es importante reseñar que la torturante llamada en que se degrada al denunciante es clasificada como un caso resuelto por el Ayuntamiento. Los solícitos jefes de prensa no dudarán en airear estadísticas falseadas donde esta ofensa a la dignidad se presenta como un éxito en la lucha contra el incivismo.
Todavía más grave, en los archivos de Cort consta ahora una denuncia formulada por un vecino perfectamente identificado, y que nunca fue investigada. De este modo, y dada la vulnerabilidad de los funcionarios de la Policía Local y otros departamentos instruida judicialmente, el sinvergüenza denunciado puede actuar con total impunidad contra quien se atrevió a enfrentarse a sus desmanes, culpándole de una acusación falsa en cuanto indemostrada. Y no importa decirlo el último día de la campaña, porque ningún partido quiere solucionarlo. Palma es la mejor ciudad del mundo para vivir, siempre que tengas la suerte de no ser palmesano.
