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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Buenas palabras

En 48 horas se acabará el plazo de las buenas palabras y comenzará la etapa de los buenos actos. Ojalá logren ser ágiles, constructivos y busquen el bien común.

En breve se acabará el paripé y tocará ponerse manos a la obra. Se darán por finiquitados los paseítos, las visitas, las proclamas, los debates, las promesas y las buenas palabras. Dentro de pocas horas, un grupo de personas, probablemente de diferentes partidos políticos, deberá pactar y comenzar a gestionar nuestras vidas. Realidades dispares, con necesidades diferentes y todas meritorias del mayor respeto. La del profesional liberal, la de los padres de familia que se desloman de sol a sol, la de la madre soltera que hace encajes de bolillos para poder llegar a todo, la de la persona mayor que vive en soledad o la del joven que ha fracasado en el sistema educativo convencional. Recuerden que su gestión irá patrocinada por nuestro dinero público. No se olviden, nuestro, de todos y se supone, y así lo deseamos, que tomarán las mejores decisiones pensando en el bien común, y no solo en los que les han votado. Buena suerte.

Si tuviera una varita mágica y pudiera otorgar algunas virtudes al nuevo equipo, una de ellas sería que dejasen de criticarse mutuamente y se centraran en construir. A los ciudadanos nos cansan los insultos y los agravios entre candidatos. Otra cualidad sería la de la agilidad detectando y solventando problemas. No a medio, sino a largo plazo. Piensen en las ciudades y pueblos que queremos dentro de unos años. Amables, sostenibles, con espacios verdes, lugares para caminar, con sombras y entornos accesibles. Necesitamos que las calles estén limpias y que los barrios sean habitables. Protéjannos de los jetas nuestros de cada día. Sean duros con ellos: con los que evaden impuestos, con los que siguen alquilando sus pisos a turistas a pesar de la prohibición, con los incívicos, los que aparcan donde les da la gana, no recogen las cacas de sus perros o abren chiringuitos en espacios protegidos. Los caraduras deberían ser una especie a combatir. Hacen poco ruido, pero dan mala vida y son nocivos para la buena convivencia.

Si hay que aumentar la natalidad, hay que aumentar las ayudas a las familias, a los niños y facilitar las medidas de conciliación. Enfréntense al boom de la tercera edad con valentía y no nos vendan la construcción de más plazas residenciales como única solución. Cambien de escenario radicalmente, porque la mayoría de personas quiere y merece vivir en sus casas hasta el último momento. Favorezcan la colaboración entre vecinos y mimen los barrios. Un buen vecindario, donde las personas se sienten acompañadas, tiene efectos terapéuticos. Pacten la sanidad y la educación. La salud y el conocimiento son bienes apolíticos. No merecen una mudanza cada cuatro años. No creen problemas donde no los hay. No reduzcan las listas de espera, acaben con ellas. Ningún enfermo debería esperar demasiado para recibir un diagnóstico. Aparquen sus coches y muévanse en autobús a diferentes horas del día y de la noche. Entenderán por qué nos quejamos cuando nos quejamos. Faciliten la vida de los emprendedores o de los pequeños empresarios y acaben con la tortura de la burocracia. Escuchen y observen mucho. Salgan a la calle y caminen. Es la mejor escuela.

Se acabó el tiempo de las buenas palabras. Ahora tocan los buenos actos. Que les vaya bonito. Por el bien de todos.

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