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Norberto Alcover

EN AQUEL TIEMPO

Norberto Alcover

La decisión de Laura

La conocí hace años en la universidad y más tarde la seguí la pista hasta que hace días conectó conmigo: "He decidido saltar a la política, no te pido opinión porque estoy absolutamente determinada, solamente me gusta decírtelo." Su voz suena poderosa, como la voz de una persona que, de pronto, navega mares ignotos pero fascinantes. Se trata de una tarea de asesoramiento, desde su perspectiva económico-legal, en absoluto protagonismo directo y descaradamente público. Soltera, sin perro ni gato, pienso que está harta de un cierto solipsismo encubierto y ha optado por lanzarse al agua con la seguridad de que conseguirá sobrevivir. Añade que siempre le ha rondado mi comentario, ya añejo, sobre Tempestad sobre Washington, una película de un pedagógico subido, luces y sombras incluidas con sutileza, pero no menos desparpajo, bajo la batuta del gran Otto Preminger, ahora olvidado, añado yo. Ese mundo subterráneo de los asesores, de los fontaneros, de los secundarios, que mecen la cuna y pueden acabar por transformar un programa político en un texto ético. Con susurros. Con alguna palabra. Con absoluta dedicación. Laura vive, deduzco, su momento dulce: el despacho de consultoría puede esperar cuatro años, que es el tiempo que se ha marcado para experimentar la política y retornar a los asesoramientos de siempre. Ríe a sus treinta años con estrépito, y vuelve a darme las gracias por el "cine ético" en que la inicié. Laura, independiente a tope y necesitada de compartir algo de verdad, acaba por decirme que seguirá en contacto, y yo le digo que sabré de ella por medios y amistades de la época madrileña. La conversación ha sido larga.

Es la tercera vez que una antigua alumna me comunica una decisión semejante, y la verdad es que a las anteriores les ha salido bastante bien la jugada. Mujeres que se convirtieron en señoras de sus vidas sin estruendos, perforando sus propias convicciones hasta dar con esa veta de metal precioso que se llama "bien común", y sin miedo alguno a críticas y censuras. Vamos a ver lo que sucede con Laura, una de esas pocas personas a las que planté un 10 redondo en su último trabajo crítico sobre Muerte en Venecia. Cuando lo leía, recordaba las palabras de Whitman sobre el placer del profesor que percibe hasta qué punto acaba de ser superado por el discípulo. Alumnas/os así confieren sentido a nuestras vidas y las sacian de esperanza. Junto a ella, estaban también Lucas y Sonia, que pensaban en imágenes. En fin, que tales mujeres significan el nuevo tipo de mujer inteligente y sensible que, llegado un momento, saltan por encima de prejuicios de clase y se instalan en su propia verdad. Sin dar explicaciones a nadie, salvo a sus autores preferidos y, en estos casos, a sus cineastas no menos admirados. Laura, Lucas, Sonia y tantos más y tantas más que llevo escritos en el corazón.

Y desde esta plataforma de maduración femenina/existencial, decide entregarse a la tarea siempre llamativa y atractiva del asesoramiento político, sin darse por vencida, a priori, por las siglas de un partido, si bien apoyará a uno en concreto? según la naturaleza del político/a asesorado. Que esto no me lo ha dicho porque, afirma con rotundidad, es su secreto mejor guardado. Un punto de ingenuidad tratándose de las cocinas políticas. Pero ella está ahí, entusiasmada. Decidida a que "todos y todas", insiste siempre, puedan ganar en igualdad y en libertad, lo que me parece muy bien. Cuando le digo que la política es "tierra de nadie y de todos", ríe y me responde que "lo mismo que tus clases en la universidad". Golpe encajado, pero lo suyo será mucho más complicado y complejo.

Al final le hablo de su futuro como mujer, así, a palo seco. Silencio, hasta que escucho unas palabras terminantes: "Lo que te acabo de contar forma parte de mi "ser mujer". Es muy inteligente, Laura, pero ha comprendido perfectamente lo que he pretendido decirle, y por eso añade: "Otras cosas caerán por su propio peso, pero de momento esto es lo que me interesa, seguro que me comprendes, ¿no?". Y yo la comprendo, claro que la comprendo. Una mujer del siglo XXI lleva inscritas en sus genes alternativas que muy pocas mujeres anteriores pudieron poner sobre la mesa de sus opciones personales. Ahora, se hace mucho más difícil "ser mujer" porque el abanico es, incluso, superior al de los hombres, maternidad siempre referencial, dígase lo que se diga.

Bueno, ya les he contado un montón de cosas sobre Laura. Aquella alumna hipercapaz que, tras sumergirse en números y leyes, ha decidido lanzarse a la experiencia política. Cada vez son más. Solamente que, en este caso concreto, le tengo un gran cariño y le deseo lo mejor. Con la serena convicción de que resultará triunfante en sus tareas de asesoramiento, que, tal vez, se transformen en tareas de gobierno. Tiempo al tiempo.

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