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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La guerra de las dos derechas

Pedro Sánchez, llamándolos a capítulo en Moncloa, ha azuzado la guerra desatada entre las dos derechas. Dando por hecho que Vox ha llegado para no irse, son PP y Ciudadanos los que se las tienen tiesas

Soberbia exhibición de sadismo político la protagonizada por Pedro Sánchez al recibir a Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. El tercero sabía a lo que iba. Los otros dos se han aprestado a seguir dócilmente las directrices del presidente en funciones: tirarse el uno contra el otro a degüello. El ganador de las elecciones quería que el gran perdedor, Casado, y el que se considera invencible (?) guerrero victorioso, Rivera, tras rendir la pleitesía debida al rex imperator, hicieran pública declaración de apertura de hostilidades. Lo sucedido probablemente supera la expectativas que albergaba Moncloa: Casado y Rivera, para desespero de la pléyade de analistas de las variopintas derechas, que se desgañitan vanamente suplicando la entente cordial de estas, que dejen de estar letalmente fragmentadas, han evidenciado que van a por el otro, que ya no hay retroceso, que, aunque donde puedan reeditarán el pacto andaluz, no se pararán en barras para destrozar al contrario. Lo que es lo mismo: dejarlo en posición subordinada, para, desde ella, proceder a su progresiva aniquilación. Esa es la novedad sobresaliente en el sistema político español. El socialista Pedro Sánchez gobernará. Lo hará con las dificultades inherentes a estar en notable minoría. Lo esencial es que carece de alternativa y que las dos derechas tienen que dirimir su cainita trifulca. La que gane podrá intentar el asalto cuando vuelvan a convocarse elecciones generales.

Con esas empieza la campaña de la cuádruple convocatoria electoral del 26 de mayo: europeas, municipales, autonómicas en dos terceras partes de las comunidades españolas y a las diputaciones, en el caso de Balears a los consejos insulares y en el de Canarias a los cabildos. Elecciones que las derechas consideran la segunda vuelta de las generales. Casado dice que se trata de acotar el poder obtenido por Sánchez. Es penoso observar al todavía presidente del PP deambular sin rumbo, afirmar lo mismo y lo contrario y, como siempre, acabar mintiendo. Casado es líder con fecha de caducidad: si el PP pierde Madrid y alguna otra baronía quedará listo para el inmediato apiolamiento. Precisemos: perder es dejar de ostentar la presidencia de la Comunidad de Madrid, la magnífica joya de la corona de los populares. Epicentro de la maraña de corrupciones que ha asolado al partido. Todavía peor que cederla a los socialistas será rendir sus votos al candidato de Ciudadanos. En ese caso el sopapo electoral podrá calificarse de mortal de necesidad, porque Albert Riera dispondrá de material suficiente para proclamar que él es el incontestado líder de la oposición. No le valdrá al PP afirmar que ha sumado más concejales que Ciudadanos. El 12 de abril de 1931 las candidaturas monárquicas triplicaron en concejalías a las de la conjunción republicano-socialista. Sucedió que esta triunfó en 40 capitales de provincia por solo 9 los monárquicos (entre ellas Palma). El 14 de abril se instauraba la Segunda República. ¿Qué acaecerá en el PP de Casado si el Ciudadanos de Rivera le arrebata Madrid y alguna otra meritoria plaza en disputa? Casado dejará de ser lo que ha sido. Después, se verá. De conservar Madrid y las añadiduras un cierto tiempo si que ganará la dirección del PP y las cosas se le complicarán a Rivera, cuya excesiva aceleración presagia plausible derrapada.

Acotación al margen.- El miserable tuit que J uan Mesquida ha dedicado a Miquel Iceta es eso: miserable. Mesquida, ahora más españolista que nadie a la vera de Rivera, ha mamado cargos adscrito al sector más nacionalista del PSOE mallorquín, cobijado por Armengol; después se arropó bajo las alas de José Bono y Pérez Rubalcaba e intentó ser, por ese orden, secretario general del PSOE balear y del PSOE español. Nunca consiguió nada. Lo que le ha dedicado a Iceta es lo que hace un político resentido, de escasa ética y nula estética.

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