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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Somos como Charlize Theron

La conciliación familiar merece políticas propias y valientes, más allá de las ayudas sociales. No se habla de ella en campaña, ni hay rastro de que se la tenga presente en los presupuestos públicos.

Cuando planteé por cauces oficiales mi queja porque el progresista Ayuntamiento de Palma en su segundo año de mandato redujera del 90 al 10 por ciento la bonificación que el PP aplicaba a todas las madres solteras en las tarifas de las instalaciones deportivas se me contestó por escrito que el hecho de ser madre soltera no significa que se atraviesen dificultades económicas. Procediendo de una concejalía socialista comandada por una mujer, hoy flamante senadora, me pareció una respuesta penosa por lo que supone de confundir políticas sociales con políticas de conciliación. Esta medida, que seguro ha contribuido poderosamente a sanear las maltrechas arcas municipales, no se ha rectificado pese a la imparable ola feminista, y el consistorio sigue ayudando únicamente a las familias monoparentales con ingresos de miseria. Las demás somos millonarias como Charlize Theron, que adoptó dos hijos sola, y nos podemos pagar el respiro y los cursillos de los niños. En efecto, somos como la glamurosa estrella sudafricana en Tully (su película sobre una sobrepasada madre de familia numerosa), pero no nos parecemos a ella cuando posa deslumbrante en la alfombra roja. Tampoco confundirían nuestras cuentas corrientes, pero me lee el pensamiento cuando declara: "Sigo teniendo malos días y cometo errores. Resulta abrumador para una sola persona". Ella al menos recurre, y no se cansa de repetirlo en las entrevistas, a su propia progenitora que le echa una mano. Tienes suerte, querida, porque ahí fuera no hay nada para las madres salvo las madres. Al menos por estos lares, cada palo aguanta su vela.

Ya que para los poderes públicos el único criterio es el económico, sin elementos correctores que atiendan a las especiales circunstancias de los núcleos de un solo progenitor que se gastan la mitad de lo que ganan en garantizar los cuidados a los hijos, para los votantes también ha de serlo ahora que toca elegir. El pasado mes de julio se aprobó en Balears una ley de Familias que contemplaba la equiparación de las monoparentales a las numerosas para los descuentos en impuestos, viajes y otros bienes de consumo. El consistorio palmesano también presentó un plan con ayudas de distintos tipos para las mujeres en general y las monoparentales en particular. La traducción de ambas iniciativas en euros contantes y sonantes en los bolsillos de las destinatarias es cero, casi un año después. Ya ni hablo de acciones como ayudas para las extraescolares y aperturas de centros por la tarde para facilitar la conciliación laboral, o iniciativas sofisticadas tendentes a reducir la carga mental de las madres. El rastro de la conciliación en los presupuestos públicos resulta indetectable. Ha sido una legislatura de avances en la teoría, pero no en la práctica. O sea, perdida. En la práctica hoy pago más que ayer, y ya veremos qué pasará mañana.

Las monoparentales siguen esperando. Siendo muchas, cada vez más, estaría bien que los candidatos que estos días nos bombardean con sus argumentarios sobre la independencia de Cataluña y la creación del tranvía expliquen qué van a hacer por estas familias, tan esforzadas, y de paso por todas las demás. La clase media que sufrió la crisis, y a la que no se mira ni de reojo aunque llega por los pelos a fin de mes.

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