Las elecciones generales del pasado domingo han arrojado unos resultados que abren la posibilidad de un Gobierno en minoría para el PSOE y dejan una serie de mensajes claros que, dada su proximidad, deben vincularse por necesidad a los próximos comicios locales, autonómicos y al Parlamento Europeo. Está claro que las pasadas elecciones han significado también una fragmentación de la representación política que aboca al diálogo y al pacto a unos partidos que, en algunos casos, han sido pillados con el paso cambiado.

Esta recomposición del voto se aprecia de manera inequívoca por lo que respecta a Balears. Este archipiélago nunca antes había mandado una representación tan diversa al Congreso de los Diputados. El PSOE mantiene su músculo sumando uno más a sus dos diputados anteriores, Unidas Podemos sigue igual con dos, al igual que Ciudadanos con uno y Vox, conteniendo las expectativas levantadas tanto a nivel nacional como regional, también logra un diputado por Balears.

Pero, sin duda alguna, lo más llamativo es lo ocurrido con el PP. Los conservadores no solo han sido superados sin discusión por los socialistas, sino que dejan en uno sus tres diputados de 2016 y se quedan en una desconocida y catastrófica cuarta posición para ellos. El liderazgo de Pablo Casado queda en funciones, por decirlo de algún modo, dada la inmediatez de los nuevos comicios, porque el PP ha perdido prácticamente la mitad del total de sus diputados en España y el de Biel Company en este archipiélago se sitúa en su peor posición en el momento político más delicado. Todo es un impasse hasta el 26 de mayo.

Por lo que respecta a nacionalistas y regionalistas, se quedan, una vez más, sin escaño en Madrid. Es posible que Veus Progressistes y El Pi hayan sido víctimas del llamado voto útil, pero también lo son, sin lugar a dudas, de su propia incapacidad de unir fuerzas y ensamblar estrategias. Esta es una tarea que siempre permanece pendiente en Balears por lo que respecta a los partidos que no alcanzan ámbito estatal.

Hay que valorar, por otro lado, lo ocurrido con Ciudadanos, un partido en recomposición de su liderazgo en Balears y que, sin embargo, en proporción a lo que ocurre a nivel nacional, también aquí queda en condiciones de disputar la primera posición a un PP que atraviesa sus horas más bajas.

Unos resultados electorales capaces de imponer tantos cambios, como los del domingo pasado, tienen inevitables consecuencias y mucho más cuando están vinculados a otra convocatoria electoral inmediata.

Los partidos parecen haber tomado conciencia de esta evidencia y han reaccionado ya con sus primeros movimientos. El viraje hacia el centro de un PP que se considera perjudicado por la diversificación de la oferta de la derecha, que hasta ahora poseía en exclusiva, ha tambaleado ya el pacto de gobierno en Andalucía con un Vox que se siente fuerte y por tanto con capacidad de exigencia.

Aquí, Biel Company parece por lo menos haber tomado buena nota del severo castigo al que ha sido sometido su partido desde el momento en que proclama que 'ho farem bé', un cambio de lema que implica reconocimiento de errores, entre ellos el del oscilante tándem Maria Salom-Marga Prohens que, evidentemente, vistos sus resultados, no ha funcionado.

Hay muchas diferencias entre unas elecciones generales y unas autonómicas pero, en este caso, por cuestiones de proximidad en el calendario, está claro que las primeras han emitido unos mensajes que no pueden ser ignorados. Los partidos tienen la obligación de leerlos y saber interpretarlos para canalizar de forma adecuada la voluntad de los ciudadanos. Quedan 21 días de campaña y el examen del 26M para comprobar si lo han hecho correctamente.