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Antonio Papell

Reconstruir la derecha

El hundimiento del Partido Popular bajo la dirección de Pablo Casado, que llega a amenazar la propia supervivencia del partido -de momento, lo sitúa en unas gravísimas dificultades financieras—, tiene causas complejas que, además de las históricas -no se debe olvidar que el presidente Rajoy fue descabalgado del gobierno por la corrupción generalizada que habían señalado los propios tribunales de Justicia— son de naturaleza ideológica y política: Casado, alineado con la línea dura de Aznar, prometió en campaña imprudentes bajadas de impuestos, que hubieran significado un inevitable recorte del ya mermado estado de bienestar, y anunció medidas muy agresivas contra el secesionismo catalán que hubieran repercutido en el autogobierno, que es irrenunciable para la inmensa mayoría de los ciudadanos del Principado. Con estas propuestas rotundas y traumáticas, Casado ha querido competir con VOX, ya que percibía la amenaza de una gran sangría de votos por estribor, y todo ello ha movilizado a la ciudadanía, ha animado al voto a toda la clientela de la izquierda y ha dejado en el abandono a la mayor parte de la del PP, moderada, constitucionalista, convencida del valor del Estado social y en absoluto partidaria de poner en duda el Estado de las Autonomías y la propia Constitución.

VOX, que tras su éxito andaluz arrancó la campaña estatal con grandes expectativas, ha visto parcialmente frustrada su ambición pero ha conseguido nada menos que 2.677.000 votos, el 10,3% de los emitidos (porcentaje próximo al logrado en Andalucía), que le han proporcionado 24 escaños. Y Ciudadanos, con 4,1 millones de votos (15,9%), se ha hecho con 54 escaños. El PP, con 4,3 millones (16,7%), con la amenaza del 'sorpasso' muy cercana, ha obtenido sólo 66. La marginalidad.

El enunciado de estos resultados revela que ha quedado huérfano y sin representación parlamentaria directa un sector social de ciudadanos de centro-derecha, en buena medida con vínculos confesionales, con francas inclinaciones liberales, muy distantes de los dogmatismos radicales que FAES cultiva, constitucionalistas sinceros y tolerantes que han asimilado con naturalidad las sucesivas evoluciones mentales y orales de este país.

Ciudadanos se ha apresurado a manifestar que aspira a convertirse en la principal oposición al gobierno de centro-izquierda que se formará a buen seguro, aunque todavía no se conoce la fórmula concreta. Sin embargo, la formación de Albert Rivera no es el partido de amplio espectro que pueda hacer las veces del antiguo PP. Lo quieran reconocer o no sus impulsores, C's es el clásico partido liberal-radical, con elementos de los tradicionales partidos catch-all, pragmático, laico y un tanto ácrata por definición, racionalista y escéptico, que sería de gran utilidad si actuase como lo que es, una bisagra, y no como lo que quisiera ser. Porque de haberse mantenido fiel a sus orígenes, lo lógico en términos políticos sería ahora un pacto PSOE-C's que se ha vuelto inviable porque la clientela socialista no perdona la estrategia antisocialista adoptada por Rivera, capaz de todo para evitar el deslizamiento de sus votos anticatalanes hacia Vox.

Cuando el espacio que correspondía al PP estaba semivacío, C's ha logrado arañar el 16% de los votos, porcentaje que parece ser su techo. Casado ha anunciado —a la fuerza ahorcan— el centrado del PP, pero carece de credibilidad por el momento. De modo que el PSOE va a tener problemas en el futuro para identificar ahora un interlocutor válido de la derecha capaz de asumir los consensos estables y verdaderamente representativos que se necesiten. Ello sugiere la necesidad de que el PP proceda a su reconstrucción, como fuerza omnicomprensiva del centro-derecha, capaz de representar genuinamente a la España mediano-burguesa de inclinación conservadora, equivalente a la CDU alemana o a los tories británicos. Y como fuerza presente en todo el Estado, lo que le obligará a grandes esfuerzos de comprensión y pedagogía en Cataluña y en Euskadi, de donde ha prácticamente desaparecido.

El cómo proceder a esta reconstrucción es un asunto que corresponde resolver a los concernidos más directamente por el problema, pero hay razones para pensar que quienes han producido el desaguisado deberían ser sustituidos por gentes con más experiencia y mejores principios, capaces de convocar a medio plazo un gran congreso de refundación.

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