Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El PSOE seguirá gobernando

Las especulaciones han terminado: Vox no era para tanto, la derecha ha fracasado estrepitosamente al aliarse con la extrema derecha, el PSOE y Unidas Podemos podrán gobernar juntos, seguramente sin precisar siquiera la abstención de los soberanistas catalanes. El PP se queda con un único diputado en Cataluña y con ninguno en Euskadi. El error de su política autonómica ha resultado garrafal. Ciudadanos ha obtenido un buen resultado pero ha errado en todos sus objetivos: ni encabeza la derecha ni ha llegado al gobierno. Ni es presentable en Europa por su condescendencia con Vox.

Pablo Casado, seguramente exasperado por la evidencia de que estaba a punto de cosechar una estrepitosa derrota que pondría en juego incluso su propio liderazgo en el PP, remachó a última hora en la emisora de Jiménez Losantos su voluntad de pactar con Vox, y hasta de integrar a la formación de extrema derecha en su hipotético gobierno. El líder popular era consciente de que la derecha sólo podría gobernar si las tres organizaciones conservadoras conseguían mayoría absoluta de escaños.

Como estaba previsto, Pedro Sánchez ha conseguido devolver la prestancia perdida al PSOE, una vez detenido el declive en que se había sumido a escala global (la izquierda ha salido muy dañada de la crisis, ya que han sido los conservadores quienes la han resuelto, aunque por procedimientos muy lesivos para las clases medias). Uno de los factores que han influido en la recuperación experimentada ha sido la evidencia de que la derecha, tras lograr que el país regresase a partir de 2014 al crecimiento económico, no revertía los recortes ni remediaba las profundas dosis de inequidad que ha dejado la doble recesión como secuela. La pobreza laboral -esa situación macabra en que el trabajador no consigue mantener su hogar a pesar de trabajar hasta el límite de sus fuerzas- ha alcanzado proporciones intolerables, al igual que la precariedad de los nuevos empleos. Era preciso reaccionar y, además de imponer medidas que reduzcan las desigualdades, había que poner en marcha una reforma a fondo del modelo productivo para reducir el desempleo estructural que duplica en España la media europea. En otras palabras, la gente se ha dado cuenta de que los buenos datos macro estaban sirviendo de coartada para no reparar las injusticias micro.

Las formaciones de derechas quedan en situaciones variables: Vox, con una representación reducida al haber quedado en quinto lugar, no alcanza una verdadera relevancia, y lo lógico sería que, con tiempo, se reintegrara en el PP del que proviene desde la posición de fuerza que ha obtenido. Casado, en situación de gran debilidad, tendrá probablemente dificultades para mantenerse en el cargo (ya se habla de crear una comisión gestora). Y en cuanto a Ciudadanos, la posición del partido y de su líder queda bloqueada: el propio Rivera se ha cerrado absurdamente la posibilidad de formar un gobierno con el PSOE porque una vuelta atrás en sus ruidosas descalificaciones le pondría en ridículo. Está, en fin, condenado a una legislatura gris, apéndice de una derecha sin ideas y sin proyecto.

Es pronto consignar todas las reacciones, pero todo indica que en el seno del PP, donde ha prevalecido en los último tiempos la opinión de Aznar, podrían alzarse otras voces encaminadas a volver a hacer del partido una gran organización moderada de centro-derecha, del estilo de la CDU, alejada de los criterios disolventes del neofascismo.

El PSOE por su parte, no tendrá dificultades para formar gobierno sin necesidad de apelar a los independentistas catalanes, aunque no sería extraño que Sánchez tuviera un gesto con ERC y le solicitara a Junqueras el apoyo parlamentario a la investidura a cambio de un plan de diálogo y negociación tendente a revisar el statu quo de Cataluña mediante las reformas legales necesarias.

El PSOE ha declarado que desea formar un gobierno monocolor con ministros independientes y apoyos exteriores, pero no puede descartarse que forme una coalición con Podemos, en la que probablemente el vicepresidente del Ejecutivo no será Pablo Iglesias sino Irene Montero. El manifiesto cambio de rumbo del todavía líder de Unidas Podemos, que hizo alarde de constitucionalismo en los debates, le permite integrarse en el establishment sin que se produzcan chirridos aparatosos, por más que desempeñe un papel un tanto provocador en el seno de la mayoría.

Compartir el artículo

stats