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JOrge Dezcallar

Los debates

Al fin y al cabo los que resulten elegidos van a hacer lo que les de la gana olvidando todo lo prometido durante la campaña. Y nadie se lo exigirá porque estamos acostumbrados

Jorge DezcallarMucho se ha escrito sobre los debates entre los candidatos de los cuatro partidos a la presidencia del Gobierno. Primero que si se hacían o no se hacían, con preferencia clara por parte de alguno de no hacerlos (porque interpretaba correctamente que, yendo delante en las encuestas, solo podía perder si metía alguna pata) y exigiendo otros que se impusiera por ley la obligación de hacerlos. Luego se debatió quién participaba y quién quedaba fuera, aunque el asunto lo zanjara una decisión de la Junta Electoral. Más tarde se discutió mucho sobre la fecha de celebración del debate en la televisión pública, cuya administradora se dejó muchos pelos en la gatera al dar la impresión de que no actuaba con independencia sino al servicio de la Moncloa. A continuación se negoció el formato y se sorteó el orden de participación. Y todo ello con un seguimiento entusiasta por parte de los medios de comunicación, que acto seguido se pusieron a glosar los encuentros de forma que parecía que narraban un combate de boxeo con primer y segundo asalto, con vencedores (a los puntos), sobrevivientes y vencidos. Que si uno llegaba en taxi o acompañado de su mujer, que si otro mostraba fotos como si fueran navajazos, que si uno iba vestido como para ir de tapas con los amigos, que si otro decía mentiras, exhibía "documentos" falsos o blandía la Constitución (con excepción de sus tres primeros artículos), que si uno mostraba más aplomo o lo iba ganando a lo largo del debate, mientras otro mostraba nerviosismo y un tercero agresividad... Todo un espectáculo digno de Broadway.

Así que sabemos todo sobre la forma y en ocasiones la falta de formas y mucho menos sobre el contenido, donde a mi juicio hubo grandes omisiones que nos han dejado a los votantes sin saber qué van a hacer los candidatos sobre algunos asuntos de enorme importancia como educación, pensiones, reforma del mercado laboral, reducción del déficit público, qué hacer para crear empleo con expectativas de crecimiento del PIB por debajo del 2% (nunca antes ha ocurrido), cómo anuncian reformas constitucionales cuando se niegan a considerar pactos postelectorales... Y otras naderías. Nos quedaremos con la curiosidad. Pero así son los debates en una democracia con poca tradición como es la nuestra, pues al fin y al cabo los que resulten elegidos van a hacer lo que les de la gana olvidando todo lo prometido durante la campaña. Y nadie se lo exigirá porque estamos acostumbrados.

Pero como yo soy diplomático y debo de tener deformación profesional, he echado mucho de menos que no se dijera una sola palabra de política exterior. Ni una sola. Puede ser que los candidatos no sepan nada de ella, que es una posibilidad que no descarto a la vista de lo visto en las últimas legislaturas, o que sus asesores les hayan aconsejado que no pierdan el tiempo porque el asunto no les importa a los televidentes, o sea, a los españoles. Las dos hipótesis son malas. La primera porque revelaría ignorancia inexcusable en nuestros futuros dirigentes y la segunda porque mostraría el provincianismo en que ha caído un gran país que hubo un tiempo que contaba en el mundo. Como si los temas exteriores no fueran con nosotros y no nos afectaran las guerras comerciales que hacen bajar las expectativas del comercio mundial, o las sanciones a Irán que elevarán el coste de nuestra factura de petróleo, o la salud de países como México o Brasil de los que depende que nuestro IBEX 35 se acatarre o no, o los problemas de países tan cercanos como Argelia o Libia que nos pueden enviar miles de refugiados. Como ven, se trata de nimiedades. De entrada a mi me gustaría saber si los candidatos saben inglés porque eso debería exigírseles como un requisito para acceder al cargo, igual que se pide para trabajos con mucha menos responsabilidad.

Imagino que deben hablarlo dada la relativa juventud de los cuatro, pero no estaría de más confirmarlo a la vista del monolingüismo de gran parte de nuestra clase política, incluidos anteriores presidentes. Pero sobre todo me gustaría saber qué ideas tienen sobre Europa y qué harían para devolver la pujanza al proyecto europeo desde el punto de vista de los intereses de la cuarta economía de la Eurozona, pues es mucho lo que nos jugamos y no creo que debamos dejarlo en manos de Francia y Alemania al menos por dos razones: porque nos necesitan y porque si no contribuimos al final Europa se reformará sin tener en cuenta nuestros intereses y podemos volver a una nefasta austeridad cuando lo que hacen falta son políticas de crecimiento y de empleo que se preocupen por los más débiles y que hagan a la UE más popular y menos populista, sobre todo a la vista de lo que anuncian las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Y me gustaría saber, curioso que es uno, qué ideas tienen los señores candidatos para tratar de contrarrestar la nueva ofensiva de Donald Trump contra Cuba pues la aplicación ilegal y extraterritorial de la Ley Helms-Burton de 1996 (que ningún presidente anterior se había atrevido a poner en práctica) puede crear muchos problemas a nuestro sector hotelero que controla el 70% de los establecimientos turísticos de la isla caribeña. Habría muchos otros ejemplos. Porque el que crea que no le afecta lo que ocurre en el mundo debería hacérselo mirar sin perder un solo minuto. Me preocupa pensar que pueden ser bastantes y que los candidatos se limitan a ser su reflejo. Así nos va.

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