La sueca Annie Lööf, de apenas 35 años, lideresa de Centro, un partido liberal conservador, ha facilitado la investidura del socialdemócrata Stefan Löfven y ha cerrado el paso a la extrema derecha de los llamados Demócratas Suecos. Su explicación a la militancia ha sido lacónica y escueta: "Hemos defendido un pacto con una agenda de reformas liberales, y al mismo tiempo hemos cerrado la puerta al populismo de derechas, un partido con raíces neonazis". No había nada más que decir ni que justificar.
Esta gacetilla podría reducirse al párrafo anterior, ya que sus conclusiones son obvias: los liberales europeos cierran el paso a la extrema derecha populista y prefieren pactar con los socialdemócratas a apoyarse en organizaciones autoritarias ideológicamente vinculadas a las corrientes totalitarias que formaron el Eje en la Segunda Guerra Mundial, provocaron la mayor tragedia de la Historia y consumaron el horror del Holocausto.
Aquí, la derecha democrática se esfuerza porque se vea con naturalidad su condescendencia con la extrema derecha pero no conseguirá su objetivo: el precedente andaluz le cerrará las puertas en Europa y le perseguirá como un baldón insuperable. En este país ya hubo un franquismo, y se equivocan quienes no temen recuperar sus esencias tanto tiempo después.
