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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Ante las elecciones

La desigualdad, tantas veces citada sin consecuencia alguna, sigue estando en la base de casi todas las confrontaciones sociales que nos perturban

Estas letras se escriben desde la convicción de que un periodista de opinión, que no participa en tareas estrictamente informativas, tiene la obligación profesional pero también relativa al bien común, de opinar sobre los momentos relevantes de la vida de su país, si bien corra riesgos ineludibles ante sus lectores/as. Por esta razón, entrego estas cuatro realidades que aprietan mi conciencia en este cruce de intereses, antropologías (que las hay), ideologías (es evidente) y esperanzas de futuro.

1. Los niños y los mayores son los dos colectivos que con mayor urgencia ocupan mi campo de conciencia. Todos sabemos muy bien que son condición de dignidad y de esperanza española, pero solamente nos ocupan en ocasiones electorales o demográficas. No se trata, por lo tanto, de utilizarlos para batallas morales e incluso éticas, que pueden tener su lugar en el cruce comentado, antes bien de ponderar su realidad, los embates a los que se enfrentan y las ofertas que se les hacen, todas estas cuestiones reflejadas en números y cantidades. Los tiempos electorales son tiempos tan enfurecidos como en ocasiones grotescos, casi por necesidades de las mediaciones mediáticas, pero sobre todo, tiempos de apoyo necesario a las minorías que, con excepción del voto de los mayores, carecen de espacio verbal para manifestarse. Sin niños no hay esperanza y sin mayores no habrá memoria.

2.Les siguen en mis preocupaciones los desempleados, esos y esas que están (con toda la fuerza del verbo) sin trabajo, en decir, sin ver saciado un derecho humano y constitucional. Cada hombre o mujer en paro, es decir que no tienen los trabajos que otros tienen, por la razón que sea, significan una vida rota, una familia deshecha, una juventud desesperada, y sobre todo una aceptación de miniempleos que hunden su dignidad moral. Necesitamos una fuerza económica poderosa, y es evidente que hay que exigir definiciones claras al respecto, pero toda relación capital-trabajo no puede olvidar su natural colaboración a un reparto equitativo y proporcional de la riqueza producida. La desigualdad, tantas veces citada sin consecuencia alguna, sigue estando en la base de casi todas las confrontaciones sociales que nos perturban.

3. La estructura territorial de España, es decir, del estado constitucional. Me importa que seamos en este terreno lo mejor que podamos ser, aquello que mejor contribuya al bienestar general, y después de largos años estructurados según un Régimen de Autonomías, me preocupa, y mucho, que podamos romper tal organización del Estado en beneficio de parcelas privilegiadas. Es evidente que hay problemas territoriales, pero sería abrir la caja de los truenos magnificar los deseos de unos contra los derechos de otros. Comprendo perfectamente que se trata del reto con el que tendrá que lidiar inmediatamente quien resulte vencedor en las elecciones, pero se trata de una cuestión sobre la que se hace necesario hablar con claridad antes de las mismas.

4.Las mujeres de todas las edades y condiciones. Al respecto, entran en liza opiniones diversas y en ocasiones encontradas, nacidas, en la mayoría de casos, de puntos de vista discrepantes entre las mismas mujeres. Y por esto me preocupa todavía más esta acerada cuestión. Mucho me temo que, como es lógico también, las opiniones/convicciones respondan a ideologías muy diversas, casi integradas en unas diferentes antropologías o modos de concebir el ser humano y su situación en este mundo tan complejo y oscilante. Esta dimensión/electoral encuentra un engarce del todo relevante con la maternidad, que a su vez es un problema de valores y no menos de economía. La mujer no es "alguien más" porque es el eje de la "posición humana" en nuestra vida.

Niños y mayores. Paro/desempleo. Estructura territorial. Mujeres de toda clase y condición. Y sobrevolándolo todo, repito, una organización de nuestra economía que contemple y sustente el bien común y la lucha contra la desigualdad. Porque, desgraciadamente, al final todo es "el valor del dinero". Y lo escribo con verdadero pesar.

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