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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Como Tomás

Le llamaban "el mellizo" y era un implacable admirador de la evidencia material de las cosas. Seguía al Maestro desde el comienzo, y aunque partidario de lo evidente, nada hacía prever lo que sucedería más tarde. Y así, tras haberse presentado Jesucristo a sus amigos y de forma descarada a las mujeres discípulas, especialmente a Magdalena, se llegó Tomás a la casa donde vivían juntos y allí le dijeron lo del resucitado. Los demás le habían visto de antemano, lo que indicaba que no le hablaban de invenciones emocionales, tras la muerte y sepultura. Le habían visto y habían charlado con él y les había deseado paz. Pero le salió la veta materialista de Tomás, y dijo que, si no tocaba su cuerpo y metía sus dedos en sus llagas, no creería. No les creería. aquellas palabras cayeron como un mazazo en las alegrías del grupo. Y las mujeres sonrieron como quien sabe lo que hay. Esos hombres.

Y Jesucristo entró en la casa y se llevó hasta el grupo. Más quedo sin palabras porque el objeto de su duda y de su intemperancia estaba ahí, con toda su corporalidad evidente. El resucitado, entonces, le mandó que metiera sus manos en sus llagas, y ante el estupor de Tomás, añadió que no fuera incrédulo sino, mejor, fiel a la fe de sus amigos y amigas. Había prometido que resucitaría de la muerte y había resucitado. Era verdad. Seguía siendo el Maestro Bueno. Cogido en su soberbia materialista, ese hombre que dudaba respondió con la más radical afirmación de la comunidad primitiva: "Señor mío y Dios mío". Y Tomás comenzó a vivir "desde el resucitado" y no "desde su duda". Quiero decir que se hizo creyente. Y Magdalena le abrazó, mientras recordaba a su encuentro con Jesucristo frente a la sepultura.

Cuando nosotros dudamos de la fe cristiana estamos dudando de la resurrección de Jesucristo, y dejamos de ser cristianos para convertirnos, en el mejor de los casos, en "jesusistas". Tras la Semana Santa, tras el servicio celebrado, la muerte sepultada y la vida recuperada, es el momento de preguntarse si nuestra relación con Jesucristo es la verdadera o preferimos permanecer en la duda de Tomás. Es la pregunta de este día radiante.

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