Las llamas devoran Notre Dame de París y el mundo se rasga las vestiduras. Lo mismo sucedió cuando los talibanes volaron dos budas milenarios. O cuando el Liceu de Barcelona ardió por los cuatro costados. Los zarpazos al patrimonio desatan primero estupor, seguidamente indignación y después olvido.

En Mallorca hemos dejado que las excavadoras se cargasen poblados talayóticos como el de Son Oms, que alguien robara el Plat de sa Llebra de una vitrina del Museu de Mallorca o que ardiera un artesonado mudéjar guardado en un almacén oficial. Solo por citar unos pocos desastres patrimoniales. Un día de sorpresa, otro de enfado y el tercero a otra cosa.

¿Y si arde la Seu? Más de lo mismo. Hoy lágrimas, mañana irritación y pasado mañana indiferencia. Es improbable que las grandes fortunas de la isla se rasquen el bolsillo, al contrario de lo que sucede en la capital francesa, donde se ha desatado una competencia entre magnates para discernir quién pone más millones y más rápido sobre la mesa.

El patrimonio es un reflejo de la identidad de una país, cohesiona la sociedad y aporta valor económico. Sin embargo, su creación, mantenimiento y difusión es un asunto de escaso interés público en estos lares. Basta repasar los programas de los partidos que concurren a las elecciones del 28 de abril para comprobarlo.

En el centroultraizquierda, el PSOE apuesta por "revalorizar el patrimonio histórico con medidas que fomenten su conservación, su protección y su difusión, aumentando el nivel de participación social mediante medidas que apoyen a las asociaciones culturales que protejan el patrimonio histórico, estableciendo mecanismos y sanciones para evitar el expolio y reforzando los sistemas de control para evitar las exportaciones ilegales". Tan lógico como básico, aunque más adelante apuesta por "actualizar la política del 1,5% cultural" y "ampliar el concepto de patrimonio".

Por lo que respecta al resto de la izquierda, nada he encontrado en el programa de Podemos. En el de Més reivindican el "retorno del patrimonio de las islas, como los bous de Costitx" o que "el ministerio de Defensa devuelva la casa de Emili Darder a Palma".

El centroultraderecha coincide en una misma apuesta: aprobar una ley de mecenazgo, cientos de veces prometida y nunca concretada. Es la medida número 339 del Partido Popular. Ciudadanos la desarrolla en su propuesta número 82 con esta formulación: "Elaboraremos un Plan Estratégico de Patrimonio Cultural y actualizaremos la legislación sobre protección de nuestro patrimonio. Impulsaremos una campaña de inventariado de nuestro patrimonio, con especial atención al situado en el mundo rural".

Vox explica en el punto 66 que la ley de mecenazgo servirá "para que particulares y empresas puedan participar en la creación cultural". A continuación apuesta por fomentar "el arraigo a la tierra, manifestaciones folclóricas y tradiciones de España y de sus pueblos dentro de la óptica de la Hispanidad", impulsar una "ley de protección de la tauromaquia" y proteger "la caza y la pesca". Un totum revolutum en el que solo falta la defensa a ultranza del monumento de sa Feixina.

Pasemos de la letra a la realidad. La prueba del nueve del desinterés de los partidos por el patrimonio radica en el IVA. Me encanta el cine y aplaudo la bajada del impuesto al 10%, pese a que apenas una de cada cien películas es arte. El resto es industria. Si un día se quema la Seu y es necesario restaurar retablos, esculturas y pinturas, se aplicará un contundente IVA del 21%. Esta es la verdad de la apuesta de nuestros políticos por el patrimonio.