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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Cayetana y Juan José Cortés

Los fichajes de Pablo Casado responden a las expectativas suscitadas: bronca diaria a costa de lo que sea menester. Brocha gorda a destajo. No parece que los réditos sean los deseados

La estirpe le rezuma por los poros: Cayetana Alvarez de Toledo, ilustre e ilustrada, no requiere presumir de dónde viene ni enfatizar cuál es el destino escogido. Es aristócrata porque lo es. La displicencia que le acompaña donde quiera que va es virtud o baldón, según se mire; la vitola del título, marquesa de Casa Fuerte, obliga mucho, tanto que doña Cayetana considera innegociable que se le note sin la necesidad de exhibirlo. Altivez, orgullo de casta y superioridad intelectual la eximen. El dilema está en saber refrenar lo que se es cuando conviene que no se note en demasía. En el debate habido en TVE, la marquesa de Casa Fuerte ventiló, convencida, su presunta superioridad, ser de derechas sin complejos, hasta que la piedra del feminismo puesta en el trayecto de su brioso paso hizo que se diera de bruces contra la inhóspita realidad en la que viven los mortales.

Cayetana quiso, naufragando, confrontarse con las que bregan para que la violencia de género, las agresiones a las mujeres, sean reconocidas como lo que son. Sobrada, cómo no, preguntó, sarcástica, si la mujer ha de estar diciendo sí, sí, sí, a lo largo del coito. Afirmó, rotunda, que los hombres no son violadores. El discurso de Vox. Irene Montero la vapuleo a placer; Gabriel Rufián tuvo barra libre para dejarla a los pies de los caballos. A Cayetana la perdió el exceso de soberbia. El debate, en el que, además, evidenció la mala educación propia de algunas de las de su clase, la puso en evidencia. No cabe hacer burda demagogia con determinados asuntos. La superioridad intelectual da para mucho, no para todo. Alvarez de Toledo salió malparada. Recordar que entre el original y la copia siempre se preferirá el primero no es ocioso. Alvarez de Toledo está para lo que no es ningún secreto: frenar a Vox. Lograrlo no pasa por emularle el discurso, incluso por pasarle a destiempo por la derecha. El PP no reúne hoy las condiciones de permitirse la altanería de la marquesa de Casa Fuerte.

Cayetana, número uno del PP por Barcelona; la acompaña Juan José Cortés, número uno del PP por Huelva. Es un hombre marcado por la tragedia. Su hija fue víctima de un abyecto asesino. No tiene, sin embargo, patente de corso para sobrepasar determinados límites. Mucho menos para creerse en disposición de mentir, denigrar e insultar, cuando le venga en gana. Es responsabilidad del irresponsable de Pablo Casado haber posibilitado que alguien como Juan José Cortés ocupe escaño en el Congreso de los Diputados en la próxima legislatura. El cenagal en el que se ha adentrado el presidente del PP acabará por engullirlo.

Cortés ha dicho que el presidente del Gobierno sienta a su mesa a violadores, asesinos y pederastas. Estima que eliminar la prisión permanente revisable, pendiente de la decisión que tome el Tribunal Constitucional, pretensión que adjudica sin matices a Pedro Sánchez, le habilita para dar por buena la majadería enunciada. Insistamos: la máxima responsabilidad no recae estrictamente en Cortés, que da para lo que da aposentado placenteramente en el PP, sino en Casado, que no repara que lo que lleva a cabo deja al partido que ha representado a las amplias clases medias españolas en situación harto precaria. Corre el partido fundado por Manuel Fraga en la alborada de la Transición y refundado por José María Aznar en las postrimerías de la década de la década de los 80 del pasado siglo peligro cierto de implosión. No sabe cómo eliminar el virus que le ha inoculado Vox, carne de su carne y sangre de su sangre. Vox lo vampiriza, lo lleva al paroxismo del desbarre. A diez días de que las urnas decidan, el PP vive en un sinvivir, encomendado a Cayetana y Juan José, estrambótica hermandad que con Mariano Rajoy no se habría materializado. La marquesa abjuró de él en plaza pública. Sin complejos. El PP aguanta la mirada a Vox. Aznar lo dice, y ya se sabe: no hay más dios que él y Casado es su profeta.

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