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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Asuntos de los que hablar

La historia de Mª José Carrasco y de Ángel Hernández es el resultado de personas e instituciones mirando hacia otro lado. Hay temas de los que hay que debatir y sí, mejor hacerlo en campaña

hay temas de los que hablamos poco. A ver, hablar hablamos, pero no lo suficiente. O no lo suficientemente bien. Se plantean de forma superficial y sin coger el toro por los cuernos. Las pensiones, por ejemplo. Los políticos deberían decir alto y claro que, si las cosas siguen por estos derroteros, y todo apunta a que así será, no habrá dinero en la caja y que, con toda probabilidad, los que hoy trabajamos y cotizamos no percibiremos nada, a pesar del esfuerzo. Ese debate debería abrirse seriamente, por mucha angustia que provoque, y deberían estudiarse alternativas. La realidad es, sin embargo, que no hay partidos lo suficientemente honestos ni competentes que deseen gobernar con miras de futuro y no solo buscando un beneficio a la vuelta de la esquina.

Otro debate necesario es el de la eutanasia. Sería bueno escuchar las propuestas sobre lo que harían si gobiernan y, sí, mejor si lo hacen durante la campaña porque quienes les vamos a votar necesitamos conocer su opinión al respecto y si van a impulsar acciones encaminadas a apoyarnos, acompañarnos y protegernos si las cosas se ponen feas y dolorosas. O si, simplemente, se lavarán las manos. De hecho, agradeceríamos que nos informaran sobre su posicionamiento en cuanto a la calidad de vida que merecen las personas dependientes y sus familiares. Porque el drama de Mª José Carrasco y de Ángel Hernández se hunde en el tiempo y, en gran parte, es el resultado de unas políticas ineficientes e ineficaces. Mª José llevaba esperando una plaza en una residencia desde el año 2009, momento en que a ella se le diagnosticó un grado III de dependencia. A pesar de ser uno de los niveles más altos y de requerir atención prioritaria, la plaza no llegó y Ángel siguió cuidando de ella. Sus esfuerzos acabaron provocándole una hernia que requería de intervención quirúrgica, pero ¿cómo operarse si nadie podía atender a Mª José mientras durara la recuperación? Solicitaron una plaza temporal en una residencia para el tiempo que durara el posoperatorio. Ésta tampoco llegó y, como algunas normas son incomprensibles, la última instancia anuló la anterior y se quedaron sin opción a plaza. Mª José y Ángel estaban solos y desamparados. Puedo imaginar la angustia de una enfermedad que apisona y aprisiona. Cuando el habla desaparece y el dolor se instala en el cuerpo. Cuando, por primera vez, se plantearon acabar con todo y que el alivio venciera. El miedo, la aceptación, las preguntas, la complicidad, el amor, la valentía y la generosidad.

Esta historia es el resultado de una dejación de funciones de la Administración, de los servicios sociales e, incluso, de los médicos. Dejen de mirar hacia otro lado, escuchen la voluntad de las personas, protéjanlas y respétenlas. No las abandonen a su suerte.

Estos últimos días, recordamos a Ramón Sampedro, rememoramos Mar adentro y releemos sus versos. "Cuando yo caiga como fruto maduro del árbol de la vida, dejadme allí mismo, donde yo caiga, para que me abrace el sol y el viento y la luna, que la vida me devore mordisco tras mordisco. Que cada cual recoja el amor que me dio: la luz, su luz; el agua, su agua, la tierra, su ceniza; su espíritu, el viento. Que coja cada cual lo que precise...". Ángel seguro que recoge mucho amor.

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