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Pilar Garcés

Reconciliación en sa Feixina

El monolito presuntamente equidistante levantado en homenaje a los caídos del bando franquista es el escenario elegido por el partido de ultraderecha de moda para arrancar su campaña electoral

Produce mucho gusto darse una vuelta estos días por la primera línea del Molinar y ver ese par de máquinas pesadas que están demoliendo escolleras, vaciando muros y adecuando el terreno para levantar el Port Petit que los vecinos tanto han reclamado. El palmesano de a pie deberá prepararse, sin embargo, para el impacto de observar algo tan inusual como una Administración pública que cumple con los plazos que ella misma se ha otorgado, para ejecutar sin complejos lo que ha decidido ejecutar. Una entidad pública que saca el colmillo y el BOIB, no se deja tomar el pelo ni sucumbe a la resistencia pasivo-agresiva de una minoría. Que pasa por encima de quienes están acostumbrados a obstaculizar los proyectos que no les convienen porque interesan al bien común. La Autoridad Portuaria dijo que devolvería la costa a los ciudadanos y ha comenzado, afirmó que haría y está haciendo, y eso es muy fuerte, muy nuevo, y es noticia en esta ciudad de la inoperancia y la dilación. El Ayuntamiento que no ha sido capaz ni de sacar adelante una ordenanza para que los dueños de los perros recojan sus cacas de las calles, que ha dejado todos los proyectos urbanísticos importantes pendientes de la aprobación del gobierno que venga, que tardó un año en renovar el contrato de compra del gasóleo para la calefacción de los colegios, que permite la multiplicación de los hoteles y las terrazas, y que ha plantado dos docenas de árboles en un descampado y lo llama "bosque urbano" no habría metido una piqueta en el Club del Molinar. Seguro que no. Después de media docena de aplazamientos, habría convocado un concurso de ideas para ver qué hacer, organizado unas sesiones de microteatro alusivo al caso y un mercadillo de segunda mano en la zona, mientras un abogado listo de los promotores de la frustrada marina hortera lo paraba todo en el oportuno juzgado de guardia. Lo mismo que ocurrió con sa Feixina.

Se nos ha pasado la legislatura bicéfala de progreso en un suspiro, aguardando el pronunciamiento de la justicia sobre el monolito levantado para ensalzar al fascismo y sus caídos. No hace falta ser Aramís Fuster para aventurar que la sentencia no coincidirá con el mandato que los votantes dieron a los ocupantes de la casa consistorial, y que fue que se derribara el mamotreto por contravenir la ley de Memoria Histórica. Quienes debían materializarlo se enredaron en los procedimientos y desperdiciaron el tiempo. La decisión ya no volverá nunca a estar en nuestras manos. Mientras tanto la derechona rampante y galopante ha elegido sa Feixina como lugar simbólico para iniciar su campaña electoral esta noche. El monumento va a ser escenario y telón de fondo del inicio de la ansiada reconquista de los nostálgicos del franquismo. Aseguran que allí rendirán homenaje tanto a los marineros muertos del crucero Baleares, hundido por las fuerzas republicanas, como a los inmigrantes que perecen en el mar cuando tratan de llegar a las costas españolas, "atraídos por el espejismo y el efecto llamada de una izquierda que les promete imposibles". Deben referirse a la misma izquierda timorata que nos vendió el monolito como representación del espíritu de reconciliación de las dos Españas. Un éxito, su reconciliación.

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