Sí, este Govern ha promovido la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de Balears. Es uno de los mayores ejercicios de responsabilidad que podíamos hacer ahora para asegurar nuestro futuro. Un ejercicio que remueve los cimientos del modelo energético y de movilidad actual. Un paso al frente amparado por la responsabilidad, la tecnología, la amplitud de miras y el interés general.

La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) prosigue su férrea oposición a esta Ley. Está en su derecho de hacerlo. Pero del mismo modo, creo que debemos poner sobre la mesa los argumentos que nos han llevado a promulgar esta Ley y, en concreto, la regulación de la circulación de los nuevos vehículos diésel a partir del año 2025. Lo hacemos por sostenibilidad, pero también por salud.

La industria automovilística ya ha emprendido el camino de la movilidad eléctrica. Los fabricantes se han dado cuenta ya de que la movilidad del futuro será eléctrica o no será, y son muchos los que, acertadamente, han decidido adelantarse. La tecnología actual lo permite, y de hecho el mercado ya comercializa estas alternativas que están dejando de ser alternativa para ser norma.

Ser pionero es precisamente apostar por aquello que está por venir y que va a mejorar incluso el presente. Las ventas de vehículos diésel están cayendo en toda Europa, y el precio de los coches eléctricos se igualará dentro de dos años al de los vehículos de combustión, según el último estudio de Deloitte. La realidad ya mira al futuro. La mayoría de fabricantes también lo hacen. Los avances tecnológicos permiten dejar atrás el diésel. Con garantías. Sin dramas. Pausadamente. Con tiempo suficiente para el recambio natural de los vehículos hacia los de tecnologías limpias.

Pero es que hay una cuestión más importante que esta. El espíritu de la Ley de Cambio Climático es, evidentemente, reducir las emisiones contaminantes y mitigar los efectos perniciosos del mayor fenómeno al que nos enfrentamos como sociedad. Pero la regulación del diésel tiene un componente mucho más trascendental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga el diésel como una sustancia cancerígena, y lo sitúa en su nivel 1. Como el amianto, el benzeno o la radiación. Nuestros ciudadanos necesitan seguridad, y la seguridad pasa principalmente por la salud. Si está en nuestras manos brindar a la ciudadanía un entorno más saludable, no duden que lo haremos. Es nuestra principal responsabilidad como administración, la defensa de la ciudadanía.

¿Tiene sentido enrocarse en la defensa de la tecnología diésel, superada ya por el mercado y por los fabricantes, y que ha demostrado ser nociva para la ciudadanía?

Nuestra apuesta por la superación del diésel va más allá del campo de la automoción. Actuamos también en las centrales térmicas, en el ámbito doméstico y en las empresas. Es una medida de respeto hacia nosotros mismos, las personas. Y una apuesta escalonada, proporcionada y factible. Una decisión que provoca cambios, sí, que modifica conductas y hábitos. Pero el fin lo merece. ¿Conocen algún objetivo más loable que el de procurar una mejor salud a la ciudadanía?

La Ley de Cambio Climático y Transición Energética abona nuestro futuro, sin duda, pero también mejora nuestro presente. Entendemos que es una Ley que está a la altura de nuestra ciudadanía, e incluso diría más. Es la ciudadanía la que nos exige medidas valientes y responsables. No estaríamos a su altura si diéramos un paso atrás y no defendiéramos el interés general.

Tenemos muy claro que el camino hacia un nuevo modelo energético y de movilidad cuesta. Algunos hablan de una nueva revolución, una disrupción con pocos precedentes en la historia de la humanidad. En Balears hemos sido valientes, y hemos estado a la altura de la historia. Muchos nos han mirado por este hecho, y nuestra actuación inspira a otros lugares del mundo. Estamos en condiciones de abordar la transición sin que nadie se quede en el camino. La tecnología y la concienciación social nos lo permiten y nos avalan. Deberíamos aprovechar el reto. Todos.