Señor Junqueras: acuso recibo como ciudadano español de su atenta carta publicada la semana pasada en un libro de su colaborador Sergi Sol. Lamentando mucho su estancia en prisión provisional por riesgo de fuga, comprenda que los jueces hayan tenido que adoptar tal medida por un razonable pronóstico de huida de los procesados, nada descabellado vista la actitud de algunos de ellos, como el señor Puigdemont. Nos reitera en su misiva -como ha hecho en otras ocasiones- el amor a España que dice profesar, compatible con el deseo de secesión de Cataluña y de su disposición al sacrificio por su ideología independentista, a la que no piensa usted renunciar. Sus palabras, básicamente coincidentes con las que pronunció en el discurso político en que convirtió su declaración como acusado en el juicio, hablan de fraternidad y destilan amargura por el sufrimiento que le produce su situación procesal, que atribuye a una injusta criminalización de sus opiniones, aunque intentan transmitir voluntad de resistencia y coraje personal.

Le sugiero la lectura de las obras de Paul Kahn, profesor de derecho y filosofía en Yale, sobre "teología política", que nada tiene que ver con fundamentalismo religioso o confusión entre Iglesia y Estado. Partiendo de la idea de Carl Schmitt sobre la construcción de la teoría política contemporánea con base en conceptos religiosos desacralizados, el profesor norteamericano sitúa la genealogía de las ideas de "pueblo soberano" y "Estado de Derecho" en la disposición de Abraham al sacrificio de su hijo Isaac y en la bajada del Sinaí de Moisés con las tablas de la ley para entregarlas al pueblo elegido (como sabe, el texto sagrado no se refería al catalán). Sostiene Paul Kahn que los lazos entre los seres humanos para conformar las unidades soberanas de las que brota el Derecho son los del amor y tiene razón. Los españoles, catalanes incluidos, amamos España, que sin Cataluña no se reconoce. Por ello, los españoles, catalanes incluidos, amamos Cataluña. Ahora bien, siendo el amor el caudal que alimenta la fuente de la ley, su práctica -la del amor- impone la supresión de la arbitrariedad, para que un exceso de amor a una persona no implique el maltrato de otro ser igualmente amado. Espero que comprenda que el amor a los hijos deba ser equitativo, aunque no la comparta, porque le parezca preferible disfrutar de permiso para vivir en el privilegio y hacer su capricho.

Volviendo a la genealogía bíblica de la noción de Estado de Derecho, cuesta comparar a Puigdemont con Abraham como padre de la patria y es difícil relacionar su aceptación de la orden divina de degüello de su vástago con la cobardía del cabecilla del grupo que abandona a sus seguidores. No parecen sacrificios comparables, siquiera en el plano metafórico.

Además sostiene Kahn, siguiendo a Schmitt, que la revolución de la que surge un nuevo orden jurídico impuesto por la fuerza por una entidad que se reconoce a sí misma como soberana es la "excepción" a la regla en el terreno jurídico, equiparable al "milagro" en lo teológico. En Derecho Constitucional eso se llama golpe de Estado, pese a que el independentismo niegue la evidencia de que saltarse la Constitución para establecer un orden jurídico diferente lo sea. Les gusto o no la expresión, un intento de golpe de Estado contra la Constitución de España, nación a la que tanto amor usted profesa, es lo que ha sucedió en Cataluña y se juzga en el Tribunal Supremo. Ser independentista no es delito. Usted lo ha sido durante mucho tiempo sin afrontar por ello problema legal alguno. Pero si lo es la desobediencia, la malversación de fondos públicos y la rebelión o sedición, cuya concurrencia en el caso de autos corresponde valorar a la Sala ante la que usted comparece, con todas las garantías del debido proceso legal.

Entienda señor Junqueras que la ley española no deserte de Cataluña y no se rinda a la posición de ineficacia a la que han querido arrastrarla, con el fin de sustituirla por la diseñada por el independentismo. Sería alta traición a la democracia de su propia hija, la norma jurídica, emanada de la soberanía popular. Sinceramente le deseo lo mejor en lo personal y le envío un atento -a la par que fraternal- saludo.

* Catedrático de Derecho Procesal y abogado