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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Cursach emite radiación letal

Dejando de lado la guerra, no sabemos si sucia, desatada entre diversos estamentos de la Policía, que ya es dejar, y la grosera violación de la libertad de expresión de los periodistas, acometida, por juez, fiscal y policías, que también es mucho dejar, aunque no sorprenda, vayamos a lo que acaba de acontecer: el juez y el fiscal, Penalva y Subirán, que se las han tenido con Bartolomé Cursach, pueden vérselas con un procedimiento penal por revelación de secretos. De momento, el Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJB), que acaba de exonerar al fiscal Carrau de haber violentado el secreto profesional de dos periodistas, ha devuelto al juez instructor, Miguel Florit, la causa para que sustancie si existen o no indicios criminales en la actuación de ambos. Parece evidente que la radiación, muy letal, que emana del empresario Cursach posee suficiente potencia para desarbolar a juez y fiscal que lo encarcelaron preventivamente. Es sorprendente el estadio al que se ha llegado. Sorprendente para quienes no estén al tanto del tortuoso curso de los acontecimientos.

Siempre resultó peliagudo tenérselas con Bartolomé Cursach, cuando se conseguía tenérselas, que era casi nunca; una vez que Penalva y Subirán iniciaron unas pesquisas que desembocaron en su detención, previo prolongando escándalo, al destaparse la llamada mafia de la policía local de Palma, al parecer penetrada hasta los tuétanos por Cursach para que operara en su beneficio, con la inacción, siendo benévolos, del entonces alcalde y hoy candidato del PP Mateo Isern, no pudo sospecharse, porque se sigue presuponiendo una inexistente buena fe donde nunca la ha habido, que el desenlace sería el que ahora estamos contemplando con notable estupefacción. El juez Florit (adalid de la libertad de expresión) ha intentado apartarse del asunto: abrasado, no quiere ser instructor de una causa envenenada. En algún momento será plausible conjeturar que tengan que intervenir la altas instancias judiciales, incluido el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en funciones y sin fecha prevista para su renovación, que, en el mejor de los casos, será después de que se constituyan las nuevas Cortes y se forme gobierno, lo que nos puede llevar a final de año.

No nos desviemos de lo que nos ocupa: Bartolomé Cursach tal vez todavía no ha ganado la guerra que libra con el enorme arsenal destructivo del que dispone; es evidente que se ha alzado con la victoria en una de las batallas trascendentales de la contienda: ha conseguido poner a Penalva y Subirán a los pies de los caballos. Se dirá que ambos han ofrecido abundantes flancos débiles, que determinadas actuaciones eran, cuando menos, susceptibles de ser radicalmente enmendadas, pero atender al celo con el que se ha operado contra juez y fiscal y comprobar la lenidad con la que se ha obsequiado a otros actores no tan secundarios hace fruncir el entrecejo, preguntarse seriamente qué sucede para que el río se haya salido de madre en beneficio de Cursach.

Sospechar lo que vaya a ser de Penalva y Subirán es ocioso; lo que sí constituye certeza es que Cursach ha logrado su objetivo: neutralizarlos. Están fuera. No son ya un peligro para el empresario. Lección aprendida por muchos.

Acotación al margen.- Confeccionar una candidatura en la que estén en puestos de salida la que fue portavoz con Rubalcaba, Soraya Rodríguez, y el expresidente de Balears, José Ramón Bauzá, solo está al alcance de Albert Rivera, que es, destacado, el mayor trilero de la política española. Cuando les da la bienvenida a la "casa del constitucionalismo del siglo XXI" enuncia una falsedad descomunal: el constitucionalismo en España es común a todos los que concurren a las elecciones, incluidos los independentistas catalanes o los batasunos vascos, que son votados por decenas de miles de españoles. Lo que desea Rivera es expulsarlos del terreno de juego. Su casa es solo suya.

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