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Antonio Papell

Las tendencias del voto

Los analistas sugieren en los últimos sondeos publicados cierto giro hacia la derecha. Kiko Llaneras, en concreto, al comentar una encuesta de El País publicada este pasado fin de semana detectaba que si en 2016 la suma de PP, Ciudadanos y Vox superó al PSOE y Podemos en 2,5 puntos, ahora lo haría en 7,8 puntos. La brecha entre bloques se habría ensanchado unos 5,3 puntos. Curiosamente sin embargo, los trasvases son reducidos: alrededor del 1,7% del censo cambiará su voto de izquierda a derecha, mientras que solo un 1,1% hará el viaje contrario. Esto moverá el equilibrio entre bloques apenas unas décimas. Tiene que haber, pues, otros factores que expliquen la ventaja de la derecha, que de momento no se traduciría sin embargo en victoria electoral (la división en tres bloques pasa factura en un modelo como el nuestro basado en la proporcionalidad corregida de la ley d'Hondt), que serían tres particularmente: que la derecha esté trayendo gente de la abstención, que los votantes del PSOE y Podemos estén desmovilizados, o que la izquierda esté sufriendo fugas no hacía la derecha, sino hacía otros partidos. En realidad -piensa Llaneras- las tres cosas están pasando al mismo tiempo.

La explicación no convence, ni desde luego explica la evolución electoral de este país desde las elecciones europeas de 2014 hasta hoy. Y es que probablemente tenga poco sentido mantener como principal referente del análisis la correlación derecha-izquierda, ignorando que la más dinámica y explícita es la que está establecida entre el populismo y la política convencional.

En efecto, el gran dilema vital con que se enfrenta la democracia española ya no es el clásico entre más Estado-menos Estado; más sector público-más desregulación; más impuestos y mejores servicios-menos impuestos y más autonomía personal? Tales formulaciones dialécticas se han mitigado grandemente por el grave deterioro del sistema por la incapacidad mostrada por los partidos tradicionales antes, durante y después de la crisis, de forma que lo que se pregunta en realidad la gente es si dejamos la reconstrucción nacional en manos de los de siempre -los actores del bipartidismo imperfecto- o atendemos a las propuestas (voluntaristas pero atractivas) de los nuevos partidos.

La referida impotencia para prevenir, gestionar, conducir y superar la gran crisis es tan visible que hoy marca los grandes hechos referenciales. Un desempleo de más de 3,4 millones de personas, una precariedad laboral que alcanza al menos al 25% de los trabajadores, cerca de un 40% de los asalariados en riesgo de pobreza, el ascensor social estropeado y unas rentas salariales todavía inferiores a las previas a la crisis, componen un dibujo trágico de la realidad que es el que contempla atentamente el elector medio al preparar su voto.

La desconfianza de la ciudadanía hacia los partidos tradicionales se manifestó en las generales de 2015, cuando PP y PSOE sólo lograron el 54,2% de los votos; en 2016, el porcentaje conjunto fue del 55,64%. Gran parte de los desencantados con la 'vieja política' se fueron a los 'nuevos partidos', que por aquel entonces eran de dos clases: los populistas (Podemos) y la bisagra (Ciudadanos).

Ese esquema se repetirá el 28 de abril, con varias particularidades: una: el PSOE ha empezado, durante su breve mandato, a tomar decisiones positivas para revertir la situación post-crisis; le han faltado tiempo y escaños para pero ha apuntado una tendencia que, según las encuestas, cala en el electorado. Dos: el populismo progresista de Podemos se ha degradado seriamente, a la vez que ha nacido un populismo conservador, simétrico, que también alude a la incapacidad de los partidos tradicionales. Y tres: Ciudadanos, temeroso de perder espacio político arrollado por el anticatalanismo de VOX, ha abandonado su papel de bisagra y se ha caracterizado como una formación liberal-conservadora que compite con el PP.

Ante esta nueva oferta, es de esperar que los electores que exigen la plena superación de la crisis (más clase media, reparación del ascensor social, mejoría clara de los servicios públicos, políticas activas contra el paro, etc.) actuarán en consecuencia. Las posiciones no están fijadas todavía por lo que este mes previo al 28-A será decisivo en la conquista del equilibrio final.

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