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Matías Vallés

Boulevard

Matías Vallés

Por qué odian tanto en el PP a Salom, 'na Marieta des Túnel'

En mi sanguínea carrera, nunca había tenido que justificarme por no azotar suficientemente a un político. Jamás me había visto obligado a pedir perdón por blando. Sin embargo, escribes un artículo sobre el vodevil de las listas del PP, y los propios populares se abaten sobre ti al grito de "no le has pegado bastante a Maria Salom". Aunque ellos la llaman na Marieta des Túnel, en sus chats de WhatsApp internos.

He tenido que alegar en defensa propia que precisamente fuimos los descubridores de la cuenta de Sa Nostra donde percibió dinero del Túnel de Sóller. Esta anécdota demuestra que, pese a los gruñidos de los altos cargos implicados, no hay nada como una buena salpicadura de corrupción para garantizarse una carrera política. (A cambio, les he ocultado que sometí a Salom a la primera entrevista 32 años atrás, cuando se convirtió en la diputada más joven del Parlament antes de cumplir los veinte).

Mis escasos amigos del PP, porque en mi partido de toda la vida ya no queda casi nadie, no me han absuelto ni al recordarles el apelativo creado por esta sección de María Salom de España, en tantos sentidos. En cambio, me ilustran sobre lo ocurrido entre bastidores, "¿nunca has oído hablar del lobby opusdeísta?" Si te insultan los rivales, estás pavimentando tu proyección política. Cuando te odian los propios, se acabó.

Al aceptar la degradación de un puesto de salida a otro sin llegada, y dada la consigna implícita de su partido a los simpatizantes del PP para que no la voten, Salom se arriesga a un severo castigo en las listas abiertas senatoriales. Cada candidato ha de procurar allí que su compañero obtenga menos sufragios, y la arrasadora derecha antigua no está acostumbrada a triquiñuelas. En 2016, solo dos mil votos sobre 125 mil separaron por orden alfabético a Miquel Ramis de Catalina Soler. Apuesten a que la brecha será abismal el 28A en contra de la digitada, así como entre los resultados al Congreso y al Senado.

Sé que esperan algún comentario sobre el Oficio de un tal Inspector Jefe de la Policía Nacional de Balears, especializada en el espionaje a periodistas. No voy a reírme de la forma en que se carga la libertad de expresión, "porque en ningún caso se secuestró ninguna publicación, se trataba de filtraciones ya producidas". No voy a preguntarle qué doctos estudios de Derecho le asisten para dictaminar que "no existe un desarrollo legislativo de derecho constitucional ni una jurisprudencia asentada...". Me voy a fijar solo en la última línea de su tesis, donde escribe la palabra "ingerencia" porque también debe sentirse acreditado para corregir a la torpe Real Academia Española de la Lengua, que solo reconoce la forma "injerencia". Tanta sabiduría policial amontonada me hace sentir un ijnorante.

Compartamos desde este rincón la alegría del conseller de Sanidad, Juli Fuster Culebras, ascendido al nivel cuatro de la carrera profesional que le garantiza mil euros mensuales de sobresueldo vitalicio. En teoría, el premio se justifica por el tiempo dedicado a la formación, pero no nos pondremos estupendos. Lástima que a las enfermeras con permiso de excedencia para cuidar de niños menores de tres años, ese plazo no les contabilice para la citada carrera. Alegría en el Govern machista de las mujeres. Igualdad y conciliación.

En la imagen que hoy nos ilustra, Juliette Binoche aparece en una escena rodada en s'Estanyol de Dobles vidas, la película que nos la trajo en diciembre de 2017 junto a Guillaume Canet. El estreno lleva fecha del doce de abril, y se enfrenta a la evidencia de la nula aportación de la isla a la historia del cine. Si desaparecieran todas las copias de las cintas aquí realizadas, no se perdería gran cosa. No ocurre lo mismo con Ibiza, por culpa de Orson Welles y su monumental F is for Fake. Vean Roma, un cambio epocal en la historia del cine.

Reflexión dominical preelectoral: "El frenesí de las seis elecciones como mínimo de 2019, con hasta ocho partidos ganadores, nos obliga a avergonzarnos de la falsa emoción que nos inventábamos con el bipartidismo".

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