Opinión
Rita Vallès i Serra
El juzgado-camarote de los Marx
Apersona por metro cuadrado. Una densidad que envidiaría la mismísima Tokio. Tal es el hacinamiento que soportan a diario los trabajadores y los usuarios del juzgado de Violencia Sobre la Mujer en Eivissa, confinados en un espacio de 30 metros cuadrados en una sala del Cetis. Una situación "catastrófica", según el adjetivo empleado por el magistrado Juan Carlos Torres, titular del juzgado. La escasez de espacio provoca que las víctimas y los denunciados tengan que esperar juntos, únicamente separados por un biombo. Una vergüenza que amenaza con prolongarse si el nuevo edificio de los juzgados no está listo para funcionar a partir del mes de junio.
Por si fuera poco, el esperpéntico juzgado en el que se dirime un asunto tan delicado como el maltrato tampoco dispone de sistema de climatización, al igual que el resto de microjuzgados ubicados allí tras el incendio del edificio de la avenida Isidor Macabich. Algo que ha provocado ya golpes de calor y ansiedad a funcionarios y visitantes. No andan mejor en la Forensía: trabajan en una habitación de diez metros cuadrados sin ventanas. Como deferencia, les han dejado una camilla para que quienes pasan un reconocimiento médico no tengan que hacerlo de pie. Todo un detalle del ministerio de Justicia.
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