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Armas de fuego

Los líderes de Vox defienden que los ciudadanos sin antecedentes y con sus facultades mentales intactas puedan disponer un arma de fuego para su defensa personal. La tesis no es nueva puesto que rige, por ejemplo, en los Estados Unidos, desde su fundación hace más de dos siglos. Como es sabido, la Segunda Enmienda protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. La actitud de los padres fundadores de EE UU tiene unas raíces ideológicas ultraliberales, que se basan en la exacerbación del individualismo frente a la colectividad: el individuo ha de ser libérrimo y ha de poder defenderse del Estado. De ahí que haya de permitírsele ir armado para asegurarse de que no va a ser objeto de alguna clase de dominación.

En Europa continental, nuestra cultura dominante es diferente: el Estado no es el enemigo sino el padre protector, el que nos defiende y ampara, sobre todo a los más débiles, y el que protege nuestras libertades. Por ello, los ciudadanos no portamos armas: si somos agredidos, podemos pedir protección a las instituciones públicas. Llamamos a la policía, en una palabra.

Cada cual es muy dueño de opinar lo que crea al respecto, pero muchos europeos nos sentimos orgullosos de nuestra tradición pacifista y estatista. Y nos encontramos profundamente incómodos ante otro ciudadano que, sin ser agente de la autoridad, va armado. Por eso los de Vox nunca serán mis amigos.

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