Diario de Mallorca

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Un artículo aparecido el domingo en este diario me dejó muy preocupado. Catalina Cantarellas, amiga mía de siempre, compañera, en la universidad, de mil batallas perdidas -son las únicas que merecen la pena en esta vida- y con toda seguridad la profesora de arte de más prestigio con la que contamos (que quede claro que profesora incluye en este caso a los hombres) se lamentaba de que la Fundació Pilar i Joan Miró se hubiese convertido en Fundació Miró Mallorca. Me saltaron todas las alarmas por muchas razones, entre las que se encuentran mi admiración por el legado que dejó el pintor genial en la isla y que se institucionalizó gracias a los esfuerzos de la familia Miró Juncosa. Que tuviesen la amabilidad y generosidad de ofrecerme un asiento en el patronato contrasta con mi ingratitud al no asistir a las reuniones desde que abandoné la isla. Pero se trata de una ausencia sólo corporal; quiero mucho a los Miró y a los Juncosa y aplaudo sus esfuerzos. Que redunden, al cabo, en la desaparición de la figura de Pilar en el recuerdo a Joan Miró es, como mínimo, una estupidez.

Pero como sucede siempre en esta isla dejada de la mano de Dios, al menos desde que el turismo de masas arruinó su alma, si no antes, al tirar la piedra se esconde la mano. Poniendo en internet "Fundación Miró Mallorca" aparece la página oficial con un logo que, como denuncia la profesora Cantarellas, dice "Miró Mallorca", con la o del apellido y la elle del lugar en azul. Pero luego, al pinchar en el apartado de la fundación, aparece el retrato del matrimonio y luce el nombre que parece oficial: "Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca". Un poco más abajo hasta salgo yo, como vocal nato. Es en nombre de esa honra que escribo estas líneas.

Resulta un tópico ya caduco decir que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer porque nunca estuvo detrás sino al lado, e incluso por delante, abriendo camino. A veces el papel de quien, gracias a la costumbre y las leyes españolas, no se reduce a "señora de?" resulta crucial para mantener vivo el genio perdido. Algo en especial importante en el caso de Joan Miró porque, como se recuerda en la página web de su fundación de Mallorca, el pintor dejó dicho que quería que todo quedase como estaba cuando hubiera desaparecido él. Eso habría sido imposible sin Pilar Juncosa, sin la hija y los nietos de ambos, y sin los demás familiares que han ido tirando del carro.

Es verdad que la contribución municipal ha sido imprescindible para que el legado de Joan Miró siguiese en la isla tal y como él quiso. En otros casos no ha habido tanta suerte y quizá sea cosa de preguntarse quién ha salido perdiendo al irse otros legados ya desaparecidos de Mallorca. Pero ni todos los políticos del mundo ni todo el dinero público que mueven ellos llegan a la altura del tobillo de esas mujeres admirables que estuvieron en su sitio, en silencio, logrando las obras eternas de creación que surgieron entonces. Pilar Juncosa puede desaparecer del logotipo pero no de la Historia.

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