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Trapero, la dignidad del Estado

Podría ocurrir que quien mandaba los mossos d'esquadra durante le 1-O, el mayor Trapero, sea en realidad un superviviente gracias a haber jugado a dos barajas: lo cierto es que el plan de enviar un "binomio" (una pareja) de guardias a cada centro electoral era manifiestamente insuficiente para impedir las votaciones, pero también lo es que resulta verosímil la afirmación de que aquella presencia era sólo parte de un operativo que incluía a la policía nacional y a la guardia civil, cuya contribución fue insuficiente. Y, sobre todo, su actuación queda plenamente calificada al conocerse que advirtió a Puigdemont y a su equipo de la ilegalidad del proceso, hasta el punto de llegar a ofrecer a los tribunales un plan para detener a todo el govern si los jueces decidían actuar después de la declaración de independencia.

De todo esto, de lo que nos hemos enterado a pesar de la incompetencia de la acusación particular personificada por VOX que fue incapaz de preguntar lo más pertinente, parece desprenderse que la policía autonómica fue la única institución medular de la autonomía catalana que mantuvo enhiesta la dignidad del Estado. En momentos en que se hace muy evidente la cobardía de algunas personalidades presionadas por el chantaje épico de los soberanistas „el gesto despreciativo de Rufián hacia los "traidores"„, la altivez estimulante de Trapero, que pasó impasible con la cabeza alta junto a quienes acababa de crucificar, es todo un símbolo en una Cataluña que tiene que liberarse de los sainetes que Puigdemont personificó antes de escaparse como un conejo asustado para no terminar entre rejas. Trapero acaba de hacer del presunto héroe un verdadero guiñapo.

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