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Greta, del reino de Suecia

Que esta quinceañera ultraconcienciada sobre la gravedad de los efectos del cambio climático sólo quiera viajar en tren, seguramente nos haya librado de un bochorno antológico. Era muy tentador cursar una invitación a Greta Thunberg -alguna sugerencia deslicé- para que viniera a predicar lo que nadie ignora (salvo la fauna trumpista) a esta isla sorda y ciega a cualquier futuro que no sea hacer caja en el inmediato fin de temporada turística. Aquí el futuro se mide en meses, hasta octubre; más allá, todo es pura especulación, fantasía o anacrónicas prioridades. Por fortuna, podemos seguir las andanzas de Greta a través de la red, ahorrándonos así el estupor que, mientras clama en el desierto isleño la prioridad del problema más grave del planeta, alguien se hubiera descolgado con la pregunta realmente trascendental, la que de verdad preocupa a los suecos: ¿monarquía o república en Suecia? Sabiendo como se sabe que el cambio climático tiene sus preferencias sobre el tema en cuestión y que se manifestará, por tanto, con más o menos prontitud y virulencia dependiendo de si la parcelita soberana de planeta porta corona o gorro frigio.

Era cuestión de tiempo que surgiera un movimiento estudiantil que sacudiera las conciencias de la sociedad y sus gobernantes, les va el futuro en ello. Es la generación a la que el cambio climático le pillará de lleno. Los que superamos una edad a lo sumo padeceremos algunos tórridos veranos, sequías más o menos severas, inviernos primaverales como el presente y alguna que otra torrentada. En cambio, el escenario climático y sus consecuencias socioeconómicas que sufrirán cuando peinen canas los actuales adolescentes no es para tomárselo a la ligera. Greta y el fenómeno " Fridays for future" se limita a recordar una incontestable verdad a los dirigentes mundiales: anteponer cualquier otra prioridad a la urgencia de luchar contra el cambio climático es de una irresponsabilidad suicida, de una total falta de consideración hacia nuestros nietos. Esas medidas impopulares que los políticos no se atreven o, simplemente, no quieren tomar, habrá que tomarlas, no les quepa la menos duda, y cuanto antes mejor porque al parecer el proceso se acelera. Y, lo más difícil, tendrán que tomarse globalmente. De nada sirve que los reinos escandinavos se esfuercen en revertir, si las repúblicas asiáticas y americanas continúan calentando el planeta como si el problema no fuera con ellas. Nada más patético que una tripulación inconsciente pretendiendo, mientras el barco se hunde, salvar únicamente sus propios camarotes, cuando lo que se impone es detectar y taponar entre todos la vía de agua.

La huelga escolar de los viernes extendiéndose por todo el mundo es sólo el despertador sonando. No creo que esté muy lejano el día en que nuestros gobernantes deban ponerse a las órdenes de la ciencia. En algún momento, las principales organizaciones internacionales deberán constituir un comité compuesto por los más prestigiosos expertos mundiales en las diferentes disciplinas relacionadas con el cambio climático y sus consecuencias, dedicados en exclusiva a su estudio y análisis, con el fin de ofrecer un diagnóstico y, sobre todo, prescribir un tratamiento de obligado cumplimiento. Es importante y es urgente. Tal como ha espetado la jovencísima activista Greta Thunberg a las autoridades: "Hasta que no empecéis a focalizaros en lo que es necesario hacer, en vez de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza". Con 16 añitos y la prioridad tan clara.

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