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Antonio Papell

Feminismo y elecciones

La mujer, es decir la mitad de la población de este país, exige imperativamente que se tengan en cuenta sin más demora sus reivindicaciones justas

El surgimiento de Vox se ha debido en gran medida, según los sociólogos políticos, al conflicto catalán. El comportamiento censurable del soberanismo del Principado, que pretende fracturar el Estado, ha fortalecido evidentemente a las organizaciones ultraespañolistas, y en concreto a la organización de Santiago Abascal. Que no se ha nutrido, por cierto, de quienes estarían tratando de negociar con los independentistas (PSOE y Podemos) sino de la clientela de las derechas. El 50% de los votantes de Vox en Andalucía provenía del PP y el 25% de Ciudadanos.

Pero el surgimiento de Vox no ha sido inocuo. Ha tenido efectos, que sin duda influirán en los procesos electorales que se avecinan. En concreto, el hecho de que el líder de Vox en Andalucía haya sido Francisco Serrano, un exjuez que ha hecho cuanto ha podido por desmontar desde el poder judicial las políticas de género y que llegó a ser condenado por ello antes de ser rehabilitado por el Tribunal Constitucional, ha terminado de exacerbar los ánimos de las mujeres de este país, ya muy caldeados por motivos bien fundamentados: de un lado, continúa produciéndose un goteo de muertes a manos de compañeros violentos a pesar de los avances en la prevención y persecución de estos delitos (cerca de 50 en 2018). De otro lado, se mantiene la brecha de género tanto en el terreno salarial cuanto en la equiparación de la mujer con el hombre en el ascenso en los distintos escalafones públicos y privados: hay muchas más universitarias que universitarios y sin embargo sólo el 14% de los rectores de universidad son mujeres; en los consejos de administración del Ibex hay 455 hombres y 108 mujeres. Finalmente, la mujer encuentra muchos más obstáculos que el hombre para promocionarse en el mundo laboral, y las medidas que se van adoptando (la igualación de los permisos de paternidad y de maternidad) tardarán mucho tiempo en producir los frutos deseados.

La constatación de este desequilibrio, agravado por la crisis económica (teóricamente concluida en 2014 pero todavía actuante en la práctica), ha producido una irritación creciente en las mujeres de este país, que se ha visibilizado en las conmemoraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, muy resonantes y elocuentes desde 2018. La mujer, es decir, la mitad de la población de este país, exige imperativamente que se tengan en cuenta sin más demora sus reivindicaciones justas, que en buena medida son "de género", es decir, causadas por el hecho de ser mujer, y que han de ser por tanto atacadas por medidas específicas y no sólo genéricas.

Estas evidencias tendrán, qué duda cabe, repercusión electoral. La derecha política, el Partido Popular y Ciudadanos, juega con fuego al pasar de puntillas sobre el fondo del asunto por no incomodar a Vox, una formación que ya cogobierna de hecho en Andalucía y que podría ser necesaria en el Estado para reunir la mayoría absoluta que necesitan los conservadores para gobernar.

No toda la derecha mantiene al respecto la misma actitud. Ciudadanos sí ha estado en las manifestaciones feministas de este pasado viernes. Pero se equivocan los liberales que pretenden restar carga ideológica al feminismo. Porque el machismo sí la lleva: detrás del patriarcado cabalga una cultura neofascista y homófoba de superioridad del varón sobre la mujer, que tiene hondas raíces históricas, culturales y religiosas. Las religiones del Libro, incluida la católica, postergan a la mujer y la someten al varón. Ese sometimiento está en la Biblia y determina un cierto modelo de familia patriarcal. En la Edad Media, los Concilios han debatido si la mujer tiene o no alma, como más tarde hicieron las iglesias con los indios y los negros.

Este estado de cosas tenía que estallar, y ha estallado, con la particularidad de que ya no es una minoría irritada la que se ha puesto en pie de guerra sino una mayoría cada vez más concienciada de su posición y de su destino. Los partidos deberán invocar su credibilidad en este asunto porque en el voto femenino se jugarán esta vez el se o no ser.

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