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¿Para cuándo una Mallorca resiliente?

Todos los humanos nos enfrentamos tarde o temprano a acontecimientos duros en la vida: la muerte de un ser querido, una enfermedad complicada, conflictos con la pareja, soledad, problemas económicos... es decir, la vulnerabilidad humana y los disgustos que nos da la existencia. Ante estas situaciones las personas reaccionan de distinta manera según su grado de resiliencia.

Anoche, antes de acostarme, busqué información sobre Boris Cyrulnik, la persona que aplicó el concepto de la resiliencia a la Psicología moderna, lo definió como el resorte de aquellas personas que después de sufrir un trauma, pudieron superarlo e, incluso, salir reforzados. Estudió las características y rasgos que compartían los que se recuperaban antes y mejor de un trauma. Concluyó que las "personas resilientes" poseían la habilidad de no tomarse las cosas a la tremenda, tenían sentido del humor, autoestima, capacidad de relacionarse, eran positivos y creativos.

No debo ser muy resiliente porque esta mañana me he levantado otra vez apocalíptico: Imaginemos, por un momento, cómo sería el escenario en Mallorca si se produce una escasez severa de combustible. Una situación que impidiese el trafico aéreo hasta el punto de que los turistas no llegasen ¿Cómo encajaríamos el impacto? ¿Qué capacidad de resiliencia tendríamos como sociedad? Nula.

Desayunando he llegado a la conclusión de que ante una crisis energética, la situación de Mallorca sería de película de terror. Hemos puesto todos los huevos en la misma cesta. Nuestra economía depende del turismo que accede a la isla por el aeropuerto. Además, energéticamente dependemos del petróleo, gas y carbón importados y las fuentes renovables aún no se han implantado.

A media mañana he caído en la cuenta de que somos adictos al petróleo. Si, por h o por b, se corta el suministro petrolífero, estaríamos como yonqui sin caballo.

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