Carmen Alborch en una de sus últimas comparecencias públicas sostuvo que el feminismo debería ser declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Porque las grandes conquistas de las mujeres: derecho a la educación, derechos civiles, políticos, reproductivos han sido gracias al movimiento feminista, que ha ensanchado el concepto de ciudadanía y de humanidad.

El feminismo es ante todo toma de conciencia de la opresión, dominación, subordinación y explotación que han sufrido las mujeres por parte de los varones a lo largo de la historia, pero si algo ha caracterizado a este movimiento social y político es su capacidad de acción al transformar la sociedad.

El año pasado millones de mujeres se manifestaron por las calles reivindicando igualdad. Fue un punto de inflexión para poner el foco en las desigualdades en los ámbitos productivo y reproductivo, en la violencia machista y en la falta de corresponsabilidad en casa y con los hijos. "Nos queremos vivas y libres" rezaban las pancartas reivindicando una cuestión tan esencial como de justicia.

Esta ola feminista está sacudiendo conciencias y trastocando estructuras. Por ello, se da a la par una reacción patriarcal virulenta que vocifera contra nuestras conquistas y pretende poner freno a nuestros anhelos. Unos pretenden reinterpretar el feminismo desde presupuestos que nada tienen que ver con él -si John Stuart Mill levantara la cabeza se avergonzaría de quienes se autoproclaman feministas liberales cuando lo único que proponen es mercantilizar el cuerpo de las mujeres desde una concepción del capitalismo salvaje-; otros compiten por desviar la atención de las causas que generan las desigualdades para romper cualquier lazo posible de sororidad. ¿Qué es esto de pensar en nosotras? Tenemos igualdad formal, por tanto, sálvese quién pueda. Es el síndrome de la abeja reina "si yo he podido, las demás también". El machismo no es menos machismo porque lo verbalicen mujeres, y como diría Simone de Beauvoir "el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos".

La derecha se ha quitado la careta y en una deriva reaccionaria va a cara de perro contra el derecho al aborto, la paridad o leyes contra la violencia de género.

Tenemos mil razones para hacer huelga el día 8 y no olvidemos que tenemos un instrumento poderosísimo de transformación social e nuestras manos, el voto. Porque para acabar con la desigualdad retributiva, con la violencia de género, con el sexismo en las escuelas, en las calles, necesitamos gobiernos comprometidos.

Tengo el inmenso honor de ser diputada en esta legislatura en la que se ha aprobado una ley de igualdad entre mujeres y hombres, un plan autonómico contra la explotación sexual de mujeres y se ha hecho un plan ambicioso contra la violencia de género, que ha permitido entre otras muchas cosas formar a profesionales sanitarios para detectar en los centros de salud situaciones de maltrato, formar a profesores en coeducación y establecer un responsable en cada centro escolar para promoverla o garantizar un año de trabajo a mujeres víctimas de violencia de género.

Las subidas salariales del convenio de hostelería, del salario mínimo interprofesional, de las pensiones mínimas, de viudedad, la renta social garantizada han permitido mejorar las condiciones de vida de las mujeres. El nuevo permiso de paternidad es un gran avance.

El dinamismo del feminismo lo vemos en las múltiples iniciativas coeducativas que están surgiendo en los centros, gracias a un profesorado entregado. A través de las asociaciones feministas, en el compromiso de periodistas, de sindicatos que trabajan cada día por una sociedad más igualitaria.

El Día de las Mujeres es una fecha para conmemorar las conquistas, que son muchas, para rendir tributo a las compañeras que han abierto camino y tanto nos han enseñado, para reivindicar que la lucha del movimiento feminista está más viva que nunca, porque es nuestro tiempo, el tiempo de las mujeres.

*Secretaria de Igualdad y Memoria Democrática PSIB-PSOE