Cuando Albert Rivera abrió un libro de Feminismo el otro día, pensó que íbamos a contentarnos si nos decían que somos capaces de sumarnos al mundo de los hombres, pero en su discurso no dice toda la verdad: en ese sistema competimos en desigualdad.

También Pablo Casado y Santiago Abascal hacen de pregoneros del machismo, negando que exista un motivo por el que las mujeres estemos sometidas. Podrían volver a llamarnos histéricas y exageradas pero el día a día y la Historia nos dicen que mienten.

El bloque derechista ha encendido las antorchas, pero la España del 8M sabe que intentan proteger el rancho vociferando datos falsos, insultando o exponiendo teorías feministas que no van a ser efectivas para conseguir una igualdad real.

Si se lanza el mensaje de que cada mujer es libre de hacer lo que quiera y capaz por si misma de conseguir todo lo que se proponga, se está mintiendo y se comete un grave error: nos culpabiliza. Visto así, los problemas de las mujeres responden a una suerte personal fruto de malas decisiones o falta de esfuerzo y no a un sistema orquestado para que nosotras perdamos.

Se esfuerzan en deshacer los lazos entre mujeres. Pero sabemos que individualismo nos hace más débiles y así precisamente nos quieren: solas, desunidas. Para poder conseguir la igualdad que nos pertenece, tenemos que tener claro que nuestro enemigo común es el patriarcado.

Es cierto que las mujeres hemos conseguido, gracias a la lucha conjunta feminista, derechos educativos y laborales pero seguimos padeciendo los techos de cristal, los suelos pegajosos, y las dobles jornadas. Las tareas del hogar, la crianza y los cuidados siguen recayendo sobre las espaldas de las mujeres.

El patriarcado es hábil y cambia de forma, nos trampea para mentirnos con que ahora estamos mejor que antes pero seguimos acomplejadas con estereotipos de cuerpos femeninos perfectos. Los cánones de belleza, construidos según las necesidades del hombre, siguen presentes. Las mujeres seguimos vulnerables a la aprobación masculina de nuestros físicos.

La discriminación sexual y las violencias siguen aquí. Y quienes cuestionan la violencia de género están negando que es a nosotras a quienes nos matan por ser mujeres, y las que siempre tenemos miedo caminando solas por la calle. La mentira es tan poderosa, que hay gente que la cree a pesar de las cifras escandalosas de mujeres asesinadas.

Tampoco escapamos al control de nuestra sexualidad: se inventaron códigos de conducta, normas religiosas y morales, represión y más violencia para que nuestros deseos se rindieran a los suyos. Se siguen controlando nuestros derechos reproductivos, negándonos la posibilidad de interrumpir voluntariamente nuestro embarazo si no lo deseamos. En un cuerpo que es nuestro, la decisión tiene que ser de ellos. Y si decidimos tenerlo, el parto que sea rápido y poco engorroso para los facultativos, a nosotras nos ponen a parir tumbadas en una sala fría.

Las pataletas de Abascal vienen con amenaza de quitarnos derechos y eliminar una ley que fue ejemplo de nuestra patria en la lucha contra la violencia machista. Casado y Rivera pretenden que les digamos a nuestras hijas que pueden ser libres y que con esfuerzo todo se consigue, pero saben que es mentira. Cuando creces, te das cuenta de que estás definida por hombres en una estructura decidida por hombres.

En fin, la derecha tratando que confundamos al enemigo hace lo siempre: desune y enfrenta.

Por suerte, las mujeres que saldrán este 8 de Marzo a las calles, unidas, fuertes, valientes, tienen un objetivo muy claro: el patriarcado tiene que desaparecer. Un nuevo país pide paso. A la huelga, hermanas.

*Cap de llista per Eivissa a la llista de Podem al Parlament i directora insular de transparència, participació i bon Govern al Consell Insular d'Eivissa