Cuando Sarah Palin, una política ultraconservadora, defensora del modelo tradicional de familia y ferviente detractora del aborto, se postuló como líder de los republicanos para alcanzar la vicepresidencia de la Casa Blanca, se abrió un debate entre el feminismo sobre si había que apoyar su causa por el mero hecho de ser mujer, la primera en alcanzar cotas tan altas de poder del país más poderoso del planeta. Hubo quienes que rechazaron de plano el planteamiento, con el argumento de que sería perjudicial para la causa, porque su modo de entender la vida, y a la mujer en ella, seguía relegando a ésta al perpetuo segundo plano. Palin tiene cinco hijos y se incorporó a su trabajo a los pocos días de los nacimientos. Obstáculo casi insalvable para el feminismo más tradicional.

Sin embargo, y en el seno de ese mismo feminismo, hubo también quién defendió a la candidata republicana. Puede que tenga ideas contrarias a las nuestras, postulaban, pero es mujer, y el objetivo es que las mujeres alcancen el poder. Un éxito per se.

Finalmente la carrera política de Palin se vio truncada, como también le ocurrió a su sucesora en el liderazgo femenino en Estados Unidos, Hilary Clinton, aunque fuera por diferentes motivos. Pero ese debate viene hoy al caso para explicar que la causa en la lucha por la igualdad de las mujeres es una, pero los caminos para conseguirlos pueden verse de modo distinto.

Desde la masiva movilización de hace hoy un año, se ha perdido más tiempo en valorar, reinterpretar o importar el movimiento feminista que en transformarlo en hechos, cuando ese debería ser su principal objetivo. Llegamos a este 8 de marzo más divididas que nunca, artificialmente sacudidas por debates estériles y ofensivos, casi siempre impulsados por hombres, que nos impiden avanzar y nos relegan a una posición de reivindicación permanente un tanto ineficaz.

Según un estudio del Foro Económico Mundial, de mantener el status quo la brecha de género actual entre hombre y mujer tardará más de un siglo en igualarse. Al poder económico y social dominante, mayoritariamente masculino, el tiempo le sobra. A nosotras, a nuestras abuelas, madres, hijas y nietas, o se lo quitaron o les falta. No podemos esperar. Hoy saldremos a la calle a reivindicar la igualdad, sea Palin o Clinton. Mañana, sigamos exigiendo y trabajando para que esta movilización se transforme en hechos -medidas políticas, sociales, empresariales, educativas,?- que no nos obligue a seguir esperando un año ni cien para gobernar al fin el mundo.

*Directora de Diario de Mallorca