Diario de Mallorca

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Se conoce con ese nombre, como no en inglés, cualquier cantidad ingente de datos que pueden utilizarse para extraer conocimiento no accesible mediante listas menores de información. Dicho así, parece un término más bien anodino que obedece a las necesidades de estudiosos de variables tan complejas como las del clima. No se pudo tener pronósticos decentes del tiempo hasta que se dispuso de datos actualizados a cada poco acerca de la presión atmosférica, la temperatura y las condiciones meteorológicas que existen en numerosos puntos del planeta. Pero poco nos preocuparíamos de ese interés por los grandes datos y la manera de tratarlos si estuviésemos hablando de cosas tan imparciales como el pronóstico meteorológico. Sólo cuando se refiere a las vacaciones más próximas, y anuncia frío, lluvia y tormentas, los hoteleros de los enclaves turísticos ponen el grito en el cielo. Algo que da la clave verdadera de las amenazas del fenómeno de los big data: pueden suponer un peligro para nuestras finanzas. Y para muchos otros compartimentos de lo que llamamos la privacidad.

Es seguro que a quienes entran a menudo en alguna página web como pueden ser las de los diarios les habrá llamado la atención que en ellas salen anuncios que parecen personalizados por la razón bien simple de que lo están. Los usuarios de internet dejamos nuestra huella cada vez que visitamos la red de redes y, mediante el manejo de los muchos, muchísimos datos que la población de cada país va proporcionando acerca de sus gustos y preferencias, se logra el retrato robot de cada uno de nosotros como comprador. Si se añade la venta, no se si ilegal pero del todo ilegítima, de nuestros datos como son el nombre y el correo electrónico que las compañías, incluyendo a las universidades, hacen, nos encontramos con cantidades inmensas -otro big data- de correos no sólo no deseados sino molestos de los que de nada sirve darse de baja. Llegarán otros semejantes.

Sólo existe una forma de escapar a este Gran Hermano que hemos creado llenos de risas y parabienes: borrarse del mapa. Dicen que quien no está hoy en las redes sociales no existe y de eso se trata. De darse de baja de Facebook, de Twitter, de Instagram y hasta de WhatsApp, que es ya la puerta trasera de Facebook. Incluso las redes de carácter profesional como Linkedin o Research Gate son vías para perder la intimidad. ¿Paranoico quien piensa así? Pues bienvenido sea el diagnóstico. Pero si fuese una gran cantidad de usuarios los que reaccionasen de esa forma, qué duda cabe de que volveríamos un poco a la vida normal. Siempre, claro, es, que no metamos de forma voluntaria el caballo de Troya en casa, como sucede con los asistentes virtuales al estilo del Alexa, Siri o Cortana. Y si usted es un apasionado del gadget de último momento y no puede resistirse a la tentación, tape al menos el ojo de la cámara de su computadora. Salvo que le guste que, pronto o tarde, le estén mirando.

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