La decisión de dejar el servicio pastoral y la gestión administrativa de Lluc, por parte de la Congregació dels Sagrats Cors, ha causado un notable impacto, no solo entre los allegados al santuario, sino también en el conjunto de la sociedad mallorquina y no digamos en el seno de una diócesis que ahora se ve obligada a hacer frente a un cambio de presencia y control en su centro de religiosidad popular más importante y emblemático.

El anuncio de abandonar Lluc, por parte de los Coritos, podía esperarse para un día u otro, al amparo de la falta de vocaciones que afecta a la práctica totalidad de órdenes y congregaciones religiosas, pero no de forma tan imediata, debido al fuerte arraigo que tiene los Missioners del Sagrats Cors con el Santuario y el significado que ha tenido éste en la historia de Mallorca y del que sigue gozando en la actualidad, pese a una evidente pérdida de peso específico y de influencia de la Iglesia Católica en la sociedad de hoy.

De todos modos, hay que apuntar que la ruptura de los actuales residentes con Lluc viene revestida de unas circunstancias y condicionantes muy particulares y, en algunos de sus extremos, graves. Una cláusula obliga a los Missioners dels Sagrats Cors a mantener miembros mallorquines en Lluc. No queda relevo para hacerlo. Se ha intentado, pero sin éxito, debido, en parte, al cierre en falso de la crisis abierta con los casos de pederastia que afectan al exprior del santuario, Antoni Vallespir. Ha habido división interna en el seno de la Congregación sobre el modo en que se ha tratado este asunto, lo cual ha desembocado en el abandono de algunas de las nuevas incorporaciones o presencias en Lluc.

El santuario mayor de Mallorca es hoy una herida abierta tanto en el seno de los Missioners del Sagrats Cors como de la diócesis de Mallorca, que no puede cerrarse solo con afabilidad y proximidad del obispo. Se requieren medidas claras y efectivas que garanticen la identidad y la continuidad de Lluc en los términos que son conocidos y valorados por todos.

Confirmado el abandono de los Missioners del Sagrats Cors, tiene poco sentido ya discutir sobre avisos no atendidos, intentos de retrasar la decisión, los términos empleados para el anuncio o si éste ha sido precipitado o no. La importancia está en el relevo y en las condiciones en las que se produzca el cambio.

Lluc debe mirar y encarar el futuro atendiendo su presente y su realidad actual. Se abren distintas alternativas y posibilidades de gestión pero, sea cual sea la que al final se elija, no podrá prescindir de una serie de factores tan esenciales como irrenunciables.

Lluc es y debe seguir siendo un complejo eminentemente religioso enclavado en un paraje natural que hoy es patrimonio de la Humanidad. Son dos condicionantes vitales que le obligan a mantener su identidad. Por otro lado, no puede ser ajeno al turismo que recibe y a una sociedad insular cada día más diversa en lo religioso y multicultural. El futuro de Lluc pasa irremediablemente por el diálogo entre fe y cultura, entre valores medioambientales y cívicos.

Podrán instalarse en el santuario unos religiosos u otros, clero secular o laicos responsables, pero todo deberá hacerse enlazando patrimonio y valor histórico con realidad religiosa y pluralismo social. De hecho, Lluc dispone de una Fundación específica, integrada por buena parte de las instituciones de Mallorca, creada precisamente para velar por esta identidad y su sostenimiento económico. Algo tendrá que decir en un trasvase inminente que, por supuesto, tampoco puede dejar al margen la continuidad de los Blavets ni de su colegio. Lluc también es hoy una oportunidad para ponerse al día en gestión religiosa diocesana.